viernes, 19 de febrero de 2016

FALLECE JAUME FERRÁN, EL POETA "DESASOSEGADO" DE LA ESCUELA DE BARCELONA

Amigo de Costafreda y Barral, presentó una entonces joven secretaria Carme Ballcels al editor.



De pequeño, su padre le recitaba sonetos de Josep Carner; de joven, él se convirtió en uno de los mejores amigos de Alfonso Costafreda, bardo de referencia de los primeros momentos de la Escuela de Barcelona. Entre esas dos realidades poéticas y lingüísticas forjó su vida y su obra el escritor Jaume Ferran, último representante que sobrevivía de la etapa fundacional del movimiento, que falleció el pasado sábado en un pueblecito de Atlanta, en Estados Unidos, según ha trascendido ahora.

“El desasosegado Jaime Ferrán parecía un personaje inventado. Espoleado por mil proyectos, comido por todas las inquietudes, estaba siempre de paso en todas partes…”, escribió sobre él en sus memorias el editor Carlos Barral, a quien había conocido en 1945 en la Facultad de Derecho de Barcelona. Ese no parar inquieto que siempre le acompañó tenía su origen en un entorno de familia numerosa intensísimo: no había hermano (y eran 10; él, el mayor) que no practicara alguna actividad artística, mayormente la música, para regocijo de sus melómanos padres, que los empujaban a interpretar los domingos en un concierto hogareño.

Nacido en Cervera en 1928, Ferran notó enseguida la comezón poética a principios de los años 40, igual que sus después compañeros y amigos Barral y Costafreda, a los que presentó. En su caso fue en catalán, en unos inevitables sonetos ante la no menos inevitable influencia del príncep dels poetes que le recitaba su progenitor. Un fruto nonato de ello fue los que escribió entre 1946 y 1947 y que deberían haber dado el poemario La primavera encesa, de no haber extraviado el manuscrito, si bien su vocación quedaría plasmada tanto en la Antología Poética Universitaria de 1949 como en la de 1950. Aquel azaroso episodio y la influencia lingüística de sus amistades (“en casa se hablaba y se escribía en catalán”, recuerda hoy una de sus hermanas, Carmen), hizo que saltara al castellano: Ferran está en el núcleo de estudiantes que ya en el curso 1945-1946 se reúnen en la cantina de su facultad y que bautizan como el Bar de Juanito en honor al camarero que los atendía. Ahí consolidará aún más, si cabe, su amistad con Costafreda, indestructible hasta la muerte de este último, al que dedicará nada menos que dos libros: Alfonso Costafreda (1981) y El libro de Alfonso (1983).

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