sábado, 6 de febrero de 2016

BUERO VALLEJO SALE DEL PURGATORIO

El Ateneo de Madrid lanza el centenario del autor de ‘Historia de una escalera".




El entusiasmo con que el Ateneo de Madrid ha abierto las celebraciones del centenario de Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 29 de septiembre de 1916 - Madrid, 29 de abril de 2000) presagia la recuperación de uno de los grandes dramaturgos del siglo pasado, comparable a Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca. En Buero se cumplió la idea del poeta de que el primer verso te lo dan los dioses, tal fue la perfección y el éxito de su primer drama, Historia de una escalera, estrenada en 1949, apenas tres años después de que el autor se librara de los campos de concentración y las cárceles de la dictadura, donde pasó siete años largos y superó de milagro una condena a muerte dictada en juicio sumarísimo por “adhesión a la rebelión”. Siempre en combate con la censura, en las tres décadas siguientes Buero construyó una obra dramática ingente, cosechó todos los premios posibles (también el Cervantes, además de su entrada en la Real Academia de la Lengua), triunfó fuera de España y acabó reconocido por los críticos más exigentes como un clásico imprescindible.


Como ocurre con casi todos los grandes creadores, la muerte de Buero Vallejo, cumplidos los 83 años, condujo al dramaturgo a lo que en el argot literario se conoce como ‘el Purgatorio de los escritores’, una estancia intermedia entre el Cielo y el Infierno de los reconocimientos que solo unos pocos creadores logran superar. Rara vez se han representado sus obras en los últimos años. De lo vivido y escuchado en el Ateneo, el centenario del nacimiento se aprovechará para reponer algunas de las más laureadas. Asistió a este primer homenaje la viuda del dramaturgo, la actriz Victoria Rodríguez, y el hijo de ambos, Carlos.


Si cada época tiene su teatro, el de Buero Vallejo comenzó desde muy arriba en una España negra y acobardada, en la que, también con mutilaciones de la censura, solo se representaban los clásicos griegos o a autores cercanos a la estética y el humor de La Codorniz. Historia de una escalera había ganado el premio Lope de Vega, que entre sus bases incluía la exigencia de su montaje. No era la obra que prefería el jurado, dividido entre nacionalcatólicos y falangistas. Cada grupo pujaba por un autor distinto, de su propia cuadra, así que, finalmente, se acordó salvar el empate premiando a un tercero en discordia, que, la verdad sea dicha, llegaba con una obra mejor que las demás. Se llamaba Buero Vallejo, un perfecto desconocido.


Cuando pocos días después se conocieron detalles de la biografía del autor, es decir, que era un joven de poco más de 30 años, expresidiario condenado a muerte por comunista, que había salido poco antes de la cárcel y estaba desterrado de Madrid a Carabanchel Bajo, ya era tarde para rectificar. No hubo crítico que no quedara entusiasmado con el galardón, de manera especial Alfredo Marqueríe en el ABC de la época. Escribió el 15 de octubre de 1949, al día siguiente del estreno: “Desde las primeras escenas, el público tuvo la impresión de que se hallaba ante la obra de un autor auténticamente nuevo, con una preparación cultural y un sentido del teatro engarzados exactamente al momento en que vivimos".



Historia de una escalera debía salir de cartel en el Teatro Español dos semanas después para que entrara el Tenorio, obligado por la tradición con motivo de la festividad de Todos los Santos, pero fue tal el éxito de Buero, que aquel año no hubo Tenorio. La dramatización de lo que sucedía en una escalera de viviendas humildes en la España del hambre y las cartillas de racionamiento, permaneció en cartel seis meses seguidos en Madrid y no ha dejado de representarse desde entonces. La ya clásica edición en libro por la colección Austral también sigue siendo libro de obligada lectura en las escuelas.

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