sábado, 17 de diciembre de 2016

Cornelia Funke cree que los niños no leen porque el colegio les agota

La superventas infantil presenta el cuarto tomo de ‘Reckless’ y novela ‘El laberinto del fauno’


Casi cada año, la superventas Cornelia Funke (Dorsten, Alemania, 1958), visita la Feria del Libro de Madrid para “corresponder” a Siruela, que la edita en España “con un mimo y una delicadeza en las tapas y el papel que solo es comparable con Japón y Alemania”. En esta ocasión, presentó la cuarta entrega de su serie de fantasía Reckless, que en cada tomo repasa los cuentos de un lugar, en esta ocasión Rusia.Funke, que ha vendido 20 millones de libros infantiles y juveniles, no entiende que se trate de “narrar las historias como si fueran televisión, videojuegos o películas”. “Los vemos como competencia de los libros y no como hermanos. Debemos respetarlos”, apostilla. 

 Entiende que los niños se decanten de forma natural por lo audiovisual. “En algunos países, los menores tienen que trabajar y eso se denuncia. Pero, si calculamos las horas que los niños deben dedicar al colegio y a los deberes, también se puede calificar como trabajo. Están tan cansados que no pueden aguantar un libro; es un desafío. La imagen, en cambio, es algo que relaja más”. 

“Los niños no tienen tiempo de jugar fuera. No conectan con la naturaleza. Para mí es el verdadero problema”, se lamenta la autora, quien alaba los programas de lectura estadounidense: “¡Los niños escriben ya poesía en la guardería! Es curioso, porque los americanos se creen que los europeos animan mejor a leer”. 

 Residente en Los Ángeles (EE UU), va a intercalar la escritura del siguiente tomo de Reckless con la conversión del cuento y la película El laberinto del fauno en una novela. Es un encargo de su autor, el cineasta Guillermo del Toro, con quien ya colaboró en 2010. Coescribieron un guion basado en un corto del español Rodrigo de Blaas, pero DreamWorks no lo ha rodado. “Es demasiado complejo para Hollywood”.

 “A todos nos gustan las tareas imposibles y El fauno lo es”, piensa Funke, quien casi ha acabado el borrador. “Se queda muy cercano a la película”; ahora busca “incluir más cosas sin perder la estructura original”. “Cené con Guillermo y le pregunté qué era lo más importante. Me dijo que ambientarlo en Galicia. He leído mucho de losmaquis. Sabía que eran unos rebeldes, pero no un movimiento. Quiero insertar los cuentos gallegos en el bosque”, indica. 

 Siruela ha reeditado cinco de sus obras sobre las peripecias de una pandilla, Las gallinas locas. “Mi editor me pidió escribir una vez algo real, sin enanos y hadas. Y metí todo lo malo que mi madre me había contado de mi abuela y a los niños que había conocido como trabajadora social”. El resultado fue todo un éxito en Alemania que aspira a repetir en España. "Había muchísimas pandillas en Alemania que se llamaban también Las gallinas locas y se ponían plumas. En uno de los libros, una niña se enamora de otra y las bibliotecarias me daban las gracias. O en otro un padre maltrata a su hijo. Me decían que no podía hacer algo tan serio, pero dije: 'Al contrario, la vida es así: hay momentos banales y trágicos".

LA POESÍA SE ALÍA CON LA RED

La línea de los poemas claros, directos y precisos parece conquistar a una nueva generación de lectores. El ciberespacio ha contribuido a su propagación


Hay una distancia imaginaria entre prosa y poesía que hoy parece más corta. Casi de repente, los poetas venden miles de ejemplares y sus lectores forman colas en la Feria del Libro de Madrid. Algo pasa en la poesía. Pasa que tienen que pasar todavía más cosas, según Manuel Vilas (1962), que acaba de reunir su obra poética desde 1980 y el pasado domingo llegó desatado al Retiro. “Los poetas tienen que dejar su pedestal absurdo” y contar el mundo como lo haría un periodista o un novelista, con un lenguaje “contundente, claro, preciso y literario a la vez”. Algunos han empezado a hacerlo, y el resultado es que “la poesía vuelve a las librerías y se venden miles y miles de ejemplares”. Se remite a Octavio Paz: “La poesía ha de salir de las catacumbas”. 

 Karmelo Iribarren (1959), cuyos versos vertiginosos caben en unas pocas letras, salió, y en plena Feria volvió a extrañarse “de la variedad de gente que me lee: jóvenes, viejos, trabajadores, catedráticos. Hasta algún crítico literario”. La poesía, “por más que les pese a algunos, no es un coto cerrado para amiguetes; es un lugar de encuentro”. En ese espacio inesperado ha sucedido lo impensable: que este género ha inventado lectores que no existían. De repente, son miles, y jóvenes. “Algo se ha removido, y me parece digno de mención, y quizá de estudio”, dice Jesús Munárriz, editor de Hiperión, cuya caseta se visita en la Feria como si fuese un templo.  

Elvira Sastre, Diego Ojeda, Escandar Algeet, Victoria Ash, Marwan, Irene X o Defreds son nombres, en algunos casos vinculados a la canción, que llevan más de dos años transformando el modo de comprar poesía. Loreto Sesma (Zaragoza, 1996) llegará este fin de semana a la Feria para firmar 317 kilómetros y dos salidas de emergencia, con el que ha vendido más de doce mil ejemplares. De un modo distraído, distintos movimientos habían estado ocupando las calles, hasta que “el murmullo acabó convirtiéndose en un fenómeno gracias a los blogs, las redes sociales o, como en mi caso, YouTube”, señala. “La poesía ya no es lo que era, aunque bueno, en realidad nada lo es”, añade. De hecho, Vilas admite que a él lo ha influenciado más Lou Reed que Juan Ramón Jiménez. “Estamos ya en un territorio fronterizo”, en el que importa “ganar lectores para la poesía”. Y al fin está pasando. 

El fenómeno asombra a los más incólumes. “Nunca, nunca, ni con Ángel González, ni con Miguel Hernández, ni con Gil de Biedma, ni con Machado, se acercó tanta gente a la poesía como ahora”, afirma Chus Visor, que editó su primer libro de poemas en 1968. En su catálogo también hay mucha cultura popular, como Bob Dylan, Leonard Cohen, Violeta Parra o Joaquín Sabina. Pero esto es diferente. “Me pregunto si estos jóvenes que compran tanta poesía seguirán leyendo dentro de cinco años, y si darán el salto a autores más exigentes”. Elena Medel (1985), una de las poetas más exquisitas de su generación e impulsora de la editorial La Bella Varsovia, admite que “en un principio creí que los lectores de una escritura se interesarían por la otra, pero cada vez me parece más evidente que no ocurrirá así, y que ambas discurren en paralelo”. 

 Munárriz aviva cierta esperanza en los lectores jóvenes. Cuando aparecen, siempre es posible que, en su entusiasmo, “un día descubran que existen Rilke, Rimbaud o Hölderlin”, y que la poesía, cuando es buena, lo será sin importar los siglos que pasen; es buena para siempre. 

 Luis Alberto de Cuenca (1950), Premio Nacional de Poesía en 2015 por Cuaderno de vacaciones y una de las voces más reivindicadas por los nuevos creadores, enfatiza que “la poesía es una manera de vivir la historia”, que no puede soslayar que la realidad es tecnológica. Internet y las redes se han vuelto herramientas para incidir en el entorno. Paradójicamente, los jóvenes autores no son sociales, sino intimistas. “Su poesía es neorromántica, fácil, cercana, hermosa, con una sensibilidad a flor de piel”. Su impacto, sea como fuere, cree que beneficia a la poesía en general. Elena Medel juzga que esta escritura clara y directa, quizá “más anclada en la música que en la literatura”, no está sirviendo para dar mayor visibilidad a la poesía más canónica. Salvo algún nombre con una trayectoria prolongada, aquélla “sobrevive como puede en las librerías más fieles”. 

 En tal escenario, la Feria del Libro llega como un milagro puntual. Con tantas librerías sin apenas sección de poesía, “aquí podemos mostrar todos nuestros títulos”, indica Chus Visor. De hecho, sólo en la Feria pasa algo tan fascinante, dice Munárriz, como que el primer día “se presenten algunos lectores y soliciten nuestro catálogo, que seguimos editando, y a la vuelta de unas jornadas regresen con los títulos que quieren subrayados”.

Clara Janés: “La belleza es lo que nos salva de este caos y movimientos apocalípticos”

La escritora ingresa en la Real Academia Española con un homenaje al 'Cantar de los cantares' y las conexiones de este con sus maestros


El Tiempo no separa. El tiempo une. Treinta y un siglos conectan al rey Salomón con Clara Janés, que ingresó en la Real Academia Española. "¡Dame un beso de tus labios! / Son más dulces que el vino tus caricias”, es el canto de la amada que abre el Cantar de los cantares, atribuido al rey sabio en el siglo X antes de Cristo. “Y así se conforma el universo / en boca única, / aliento que enlaza / y tiende lazos al infinito”, escribió Janés en Psi o el jardín de las delicias. 

 La poeta, narradora, ensayista y traductora, nacida en Barcelona en 1940, se convirtió en la décima mujer en ingresar en la RAE con un homenaje al texto bíblico. Janés, que ocupa la silla U, vacante tras la muerte del jurista Eduardo García de Enterría, en 2013, titulo su discurso Una estrella de puntas infinitas. En torno a Salomón y el Cantar de los cantares. 

 Es una mirada sobre el misterio de la vida, la existencia como un instante, la belleza como salvadora del mundo y sobre el enigma que ronda la escritura. La nueva académica, de tradición simbolista, repasó el vigor de esta obra lírica y la potencia de una inspiración que ha surcado los tiempos en un texto que "más allá del hechizo del lenguaje canta en el fondo a qué es la vida". 

Janés hizo un relato bajo un influjo cuántico en el que viajó al primer destello que la habría de convertir en poeta: el Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz, nacido de los cantos milenarios de Salomón, y de cómo la habían llevado hasta ese mismo momento en que todos la escuchaban recrear los enigmas de la existencia, el azar y la inspiración, que en su caso inauguró el poemario Las estrellas vencidas (1964). 

 Tres días antes de esta lectura en la RAE, Janés trazó, en su casa madrileña, parte del arco de su vida. Todo empezó cuando tenía alrededor de un año. Estaba en brazos de una tía en una habitación hasta donde llegaban unos sonidos. Descubrió que “la vida es como una música que cruza la oscuridad”. Dos años después, vio un rayo de luz que la hechizó al ver miles de partículas de polvo en suspensión que giraban en cámara lenta. 

 Quien está presente siempre en su obra es san Juan de la Cruz. Por él empieza a escribir, al quedar “deslumbrada por el Cántico espiritual y por lo enigmático que resulta”, tras la lectura que hiciera el profesor José Manuel Blecua en la universidad. Luego están Quevedo, Góngora, Lope de Vega y la Generación del 27, pero en seguida da el salto al extranjero. 

 “Me parece fascinante ver el desarrollo literario del Cantar de los cantares en autores como fray Luis de León, Arias Montana y santa Teresa de Jesús, y, claro, san Juan de la Cruz. Y todavía más cuando veo que santo Tomás de Aquino muere igual que san Juan de la Cruz, pero él cantando el cantar de los cantares, mientras san Juan, en su celda-prisión pide a los monjes que se lo reciten y memoriza los primeros 31 versos. Es la belleza como algo salvador. Luego están las conexiones del universo místico-personal, místico-pasional, místico-sexual porque en el fondo lo que se canta es la unión de hombre y mujer y de esta unión el fruto de un hijo, el nacimiento de una vida. Lo que los acerca a ellos al Cantar es que ven allí el gran enigma de qué es la vida. Por eso yo me lanzo a leer tantos libros de física, porque es un misterio. ¿En qué consiste la vida? Pues es que materia y energía son lo mismo, es un enigma muy grande”. 

 El periplo de Janés para llegar a la “resacralización del universo”, como dice Jaime Siles, es largo. “Al principio yo no me daba cuenta de este enigma de la vida. Estaba en la cuestión existencialista. Aunque pensaba en espacio-tiempo no inquieta por el tema de qué es la vida. Hasta que me asalta la duda de si la vida merece la pena ser vivida. Luego bien la pregunta qué es la vida. Me voy metiendo en otros caminos, hasta que se junta otro enigma relacionado con la poesía: ¿Qué es la inspiración? Es cuando lo relaciono con el inconsciente, con el ADN y una serie de cosas presentes en el enigma de la vida. ¿Qué es un ser vivo? Pues un ser vivo tiene un cuerpo que es materia y que es energía. ¿De dónde procede? Está en el ADN. ¿Y, qué es el ADN? Es memoria, la memoria de la humanidad entera. Por eso me parece que el hallazgo de Jung del inconsciente colectivo en realidad era esto. Y eso es lo que te permite saber algo que aparentemente no sabes porque está metido en la memoria del cuerpo. Hasta que de repente puede aflorar”. 

 Materia-energía-emoción/sentimiento. 

Esa puede ser la trinidad del creador. En este caso de una mujer que aprendió idiomas como checo, persa e italiano para leer a poetas que le interesaban y traducirlos al español. “La prensa debe colaborar mucho en mantener el idioma. ¿Hay que aceptar todo lo que se dice? Pues, no lo sé. Evidentemente, hay que incorporar palabras nuevas y empleos que no están bien definidos”, reflexiona la autora de obras como Kampa y Lapidario. 

 Tras su primer poemario, en 1964, Las estrellas vencidas, Clara Janés entró unos seis años en silencio, hasta que la lectura de Vladimir Holan la rescató. Ese es su segundo big bang, uno de cuyos poemas, traducidos por ella, lee en la habitación iluminada con decenas de destellos de sol que asoman por la persiana echada: 

 “Encuentro en un ascensor:
 Entramos en la cabina y nos quedamos solos los dos
 Nos miramos sin hacer nada más 
Dos vidas, un instante 
La plenitud, la felicidad 
En el quinto piso ella salió 
Y yo que iba más arriba comprendí 
que nunca volvería a verla
 Que habíamos encontrado 
Una vez para siempre 
Que aun habiéndola seguido 
Lo habría hecho como un muerto
 Y que si ella hubiera vuelto a mí 
No habría vuelto más que del otro mundo”. 

 Es la eterna presencia de la ausencia, la fugacidad. La vida, dice la nueva académica: “El instante es lo que queda, es suficiente a veces. Yo vivo de instantes. No es tanto el tiempo, como la intensidad como se viva cada momento. Así es”.

jueves, 8 de diciembre de 2016

LOS CUATRO ESTILOS DE APRENDIZAJE. ¿CUÁL ES EL TUYO?

Los cuatro estilos de aprendizaje o el por qué algunos leen los manuales y otros no

 Aprendemos en función de cómo percibimos la realidad y cómo la procesamos


Hay personas que se leen hasta la letra pequeña de los manuales mientras que otros se lanzan a pulsar todos los mandos para ver qué ocurre. No es ni bueno ni malo. Simplemente, nos da pistas de nuestra manera de aprender. Veamos los cuatro tipos de aprendizaje que existen para identificar cuál es el tuyo. 

 Quieres hacer un viaje con tu pareja y uno de vosotros necesita leer hasta el mínimo detalle sobre el sitio a donde vais, mientras que el otro se pone de los nervios porque preferiría lanzarse a la aventura. O en una reunión de trabajo un compañero no para de dar ideas sin concretar nada, mientras que a otro le agobia no trabajar en una sola. ¿Has vivido algo de esto? Si es así, bienvenido a los diferentes modos de aprender y a sus dificultades (y oportunidades). 

 En 1984 un profesor universitario, David Kolb, descubrió que los adultos tenemos distintas maneras de aprender que dependen de cómo percibamos la realidad y de cómo la procesemos. Hay personas que captan la realidad fundamentalmente a través de la experiencia y otros, creando teorías. Los primeros son más empáticos y tienden a hacer varias tareas al mismo tiempo (multiplicidad). Es más, si no lo hacen se pueden aburrir soberanamente. Los segundos prefieren centrarse en una sola tarea, se manejan muy bien en la teoría y se perderían con varias cosas al mismo tiempo (unicidad). 

Con respecto a la manera de captar la información, algunos la procesarán si se ponen manos a la obra (acción) y otros si reflexionan sobre lo que observan (pensamiento). Pues bien, las anteriores características definen los ejes de las maneras de aprender y de los cuatro estilos. Veámoslos con algo más de detalle:

 Adaptadores o los “hacedores” 

 Difícilmente leerán un manual. Son el resultado de la multiplicidad y la acción. Prefieren trabajar rodeados de personas y se buscan la vida para conseguir recursos y alcanzar resultados. Les gusta asumir riesgos y saben adaptarse a las circunstancias. En una empresa abundan en los departamentos de ventas. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿cuándo? 

 Asimiladores o expertos en la conceptualización 

 Su estilo es opuesto a los adaptadores. Son extraordinarios creando modelos teóricos y definiendo claramente los problemas. Les interesan más las ideas abstractas que las personas, por lo que no es de extrañar que destaquen en el campo de las matemáticas o de las ciencias. En una empresa pueden estar en posiciones de investigación o de planificación estratégica. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿por qué?

 Divergentes o los reyes de las mil y una ideas creativas 

Disfrutan analizando los problemas en su conjunto y trabajando con personas. Son empáticos, emocionales y ocurrentes. No es de extrañar que lancen un sinfín de propuestas diferentes en una reunión. En este estilo se encuentran artistas, músicos y todos los creativos en el mundo de la empresa. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿y si…? o ¿por qué no? 

 Convergentes o el poder de la aplicación en una sola cosa 

 Son los opuestos a los divergentes. Necesitan la aplicación práctica a las ideas para testar teorías o resolver problemas. Se pierden con muchas alternativas. Sin embargo, son excepcionales en situaciones donde haya un único camino para ser resueltas. Muchos ingenieros se enmarcan en este estilo de aprendizaje. Y la pregunta clave que necesitan contestar es ¿para qué? 

 Como es de imaginar hay personas cuyo estilo de aprendizaje está más marcado que otros como, por ejemplo, Sheldon Lee Cooper, protagonista de la serie The Big Bang Theory, quien es un asimilador total. Lo normal es que no sea así y que todos tengamos un poco de los cuatro aunque nos solamos sentir más cómodos con uno. 

 En definitiva, todos tenemos un estilo de aprendizaje que nos define más que otros y para desarrollarnos mejor en lo personal y profesional sería recomendable estar con personas que nos complementaran y cuyo estilo estuviera en el extremo del nuestro. Por ello, si eres de los que no lees los manuales, estáte cerca de quienes disfrutan haciéndolo (o viceversa). Porque más allá de este hábito, existe una manera interna distinta de percibir y de procesar la realidad que te puede ayudar a mejorar y a superarte a ti mismo en muchos otros ámbitos de la vida.

PARÁLISIS ESTATAL CONTRA LA VIOLENCIA EN LAS AULAS

El Gobierno no ha puesto en marcha las grandes medidas prometidas tras los casos de acoso y agresiones escolares que han sacudido España



Una niña de ocho años recibió la semana pasada una paliza en el patio del colegio. La pandilla que la golpea, todos adolescentes, la llaman “marimacho” por jugar al fútbol. En Bizkaia, esta misma semana, la fiscalía pide tres años de libertad vigilada para un menor, de 16 años, que dejaba frases intimidatorias a una compañera de Bachillerato. “Te clavaré un cuchillo y me quedaré a contemplar cómo te desangras”, le escribió. Son los dos últimos ejemplos de la violencia que se vive en las aulas, que han vuelto a conmocionar a una sociedad cada vez más sensible a los casos de acoso escolar, que se denuncian también con más frecuencia, como en su día pasó con la violencia de género. 

Pero aún falta camino por recorrer. El Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar no se reúne desde 2011, el grupo de trabajo para la revisión de protocolos que propuso el ministro Wert no se llegó a formar y el plan nacional por la convivencia escolar no avanza como debiera. El acoso escolar ni siquiera se ha medido con datos oficiales recientes. El acoso escolar afecta a un 4% de alumnos en España. Es la última cifra que maneja el Ministerio de Educación y proviene de un trabajo —Estudio estatal sobre la convivencia escolar en la educación secundaria obligatoria— impulsado por el propio ministerio en 2010 con más de 40.000 encuestados (23.100 estudiantes, 10.980 familias, 6.175 docentes y 413 equipos directivos). 

 Estudios más recientes de entidades particulares elevan el porcentaje: uno de cada 10 niños asegura haberlo sufrido, según un informe de Save the Children. A ellas las acosan más, según otro trabajo de la Fundación Anar, que denuncia también cómo las redes sociales agravan el problema porque el ciberacoso permite ataques durante 24 horas al día y siete días a la semana. Frente a esto, las actuaciones del Gobierno se han producido movidas por acontecimientos dramáticos.  

El caso Jokin 


 21 de septiembre de 2004. Jokin, de 14 años, se tira desde lo alto de la muralla de Hondarribia (Guipúzcoa) después de sufrir en silencio durante meses los ataques de un grupo de compañeros de clase. Su muerte hizo visible el problema del acoso escolar en España. A raíz de entonces, las comunidades autónomas comienzan a elaborar sus propios protocolos de actuación porque ellas son las que se encargan, junto con los centros educativos, de la vigilancia, sanciones y medidas correctoras en la convivencia escolar. Pero, en paralelo, el Gobierno se puso también manos a la obra. En 2007, constituyó con las comunidades autónomas el Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar para impulsar la investigación de estos casos y facilitar el intercambio de experiencias y de materiales entre colegios y comunidades. 

 El pleno de este organismo­ —presidido por el ministro de Educación y en el que participaban comunidades, profesores, familias, representantes de la enseñanza privada y ocho expertos acreditados— debía reunirse al menos una vez al año, como consta en el Real Decreto de su creación. La última reunión fue el 1 de junio de 2011, cinco meses antes de las elecciones que dieron el Gobierno al PP. Los integrantes del observatorio han pedido reuniones desde entonces sin éxito. “Se lo reclamamos a los dos ministros, a [José Ignacio] Wert y a [Íñigo] Méndez de Vigo. Su equipo nos respondía que sí, pero todavía seguimos esperando. Creo que no nos quieren convocar porque no quieren que les digamos que van por el camino equivocado”, explica José Luis Pazos, presidente de la confederación de padres de la escuela pública, la Ceapa.

 Muerte a un profesor 

 20 de abril de 2015. Un alumno de 13 años irrumpe en el instituto Joan Fuster de Barcelona armado con una ballesta y mata a un profesor. Al día siguiente, el Ministerio de Educación que entonces encabezaba José Ignacio Wert anuncia un grupo de trabajo para detectar la violencia en las aulas. Propuso estudiar qué elementos de mejora se podían introducir en los protocolos regionales sobre convivencia “para la prevención y detección de problemas de violencia en las aulas”. Hubo algunas reuniones para poner datos en común , pero no se ha concretado ningún cambio. “Se hizo un compendio de buenas prácticas pero no se llegó a formar un grupo de trabajo para la revisión de protocolos como tal”, explica un consejero regional de Educación.


La carta de Diego 

 18 de enero de 2016. Los padres de Diego, un menor de 11 años que se suicidó unos meses antes, hacen pública su carta de despedida. “Ya no aguanto ir al colegio y no hay otra manera de no ir”, deja escrito. Cuatro días después, el actual ministro de Educación en funciones, Méndez de Vigo, presentó en el Consejo de Ministros el borrador de un plan nacional por la convivencia escolar, que incluía con 70 medidas. El ministerio destacaba 16 actuaciones de las 70 anunciadas en la nota que ofreció sobre el borrador. Tres ya existían cuando se presentó (como el registro central de delincuentes sexuales, creado a instancias del Ministerio de Justicia o el citado Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar). Nueve meses después, hay otras 11 de las que Educación consideró más importantes que no se han puesto en marcha. Solo una ha sido promovida: la emisión de un sello de Correos específico “para concienciar en la lucha contra el acoso escolar”. 

 De forma "inminente" comenzará a funcionar el teléfono de atención a víctimas del acoso escolar anunciado también entonces, cuya tramitación se ha retrasado después de que se presentaran al menos dos recursos durante el procedimiento. El contrato es finalmente para un call center que ofertó una rebaja de más de 200.000 euros por el servicio, hasta los 398.872 euros anuales. Según recoge el pliego de condiciones de ese contrato, ofrecer el precio más bajo supone la mitad de la puntuación final en el concurso en un servicio cuyo fin último es la protección del menor.

 El citado portavoz añade, a preguntas de este periódico, que las medidas previstas en el plan anunciado en enero “se enmarcaron como propuestas del Gobierno de cara a un futuro Pacto Nacional por la Educación”. “En ningún caso se anunció que fueran medidas que se iban a llevar a cabo de forma inminente”, señala por escrito. Sin embargo, cuando se hizo el anuncio en enero, Educación facilitó a este periódico distintas fechas de puesta en marcha para algunas de esas iniciativas sin citar que dependieran del pacto y añadiendo que el presupuesto para ponerlas en marcha —cuya cuantía no concretó— saldría del programa de cooperación territorial, que incluye 40 millones para distintas iniciativas, como idiomas, o FP dual, entre otras. 

 El registro de los casos 

 Es el caso del anunciado registro estatal con casos de acoso escolar y otros episodios de violencia en las aulas. Educación se comprometió a tener los primeros datos en junio. Esta medida “exige un desarrollo legislativo que un Gobierno en funciones no puede aprobar”, explica el portavoz, que recuerda que cuando se estimó esa fecha no se preveía que la formación de Gobierno se fuera a retrasar más de 10 meses, como está ocurriendo. 

El borrador incluía también la celebración anual de un Congreso Estatal de Convivencia Escolar para presentar estudios e investigaciones internacionales, un simposio que tampoco se ha convocado hasta la fecha. Educación señala que esta medida está prevista en el calendario de aplicación del plan (cuyas fechas no son públicas) “para su ejecución a partir de 2017”. Tampoco hay constancia de que se haya puesto en marcha la Red Estatal de Escuelas Tolerancia Cero para dar un reconocimiento a centros con planes y proyectos de participación propios ni el manual de apoyo a las víctimas de violencia escolar que debía elaborar, según el documento del ministerio, un grupo de trabajo del Observatorio Estatal de Convivencia Escolar, ese mismo que no se ha reunido en los últimos cinco años.

RECHAZO EN LA ESCUELA GRIEGA A NIÑOS REFUGIADOS

La escolarización de niños refugiados en escuelas griegas despierta el rechazo social 

Veinte colegios acogen desde el lunes a los primeros 1.500 migrantes entre las protestas de muchos padres locales


El primer día de clase para 1.500 menores refugiados en Grecia, tras meses privados de enseñanza reglada, fue una experiencia agridulce a la que pusieron una nota de color las mochilas de colores de la Organización Mundial de Migraciones (IOM, en sus siglas inglesas). Los pequeños acuden desde el lunes a 20 escuelas seleccionadas en todo el país por su proximidad a los campamentos donde viven y lo hacen solos, sin la presencia de sus padres, y acompañados únicamente por voluntarios de la IOM. Se incorporarán progresivamente al sistema otros 20.000 niños (el resto de población flotante en edad escolar), en medio de protestas e incidentes protagonizados por padres de los menores griegos con los que comparten colegio.


El hecho de que los pequeños refugiados estudien en horario distinto (de dos a seis de la tarde, una vez concluida la jornada oficial), sin cruzarse siquiera físicamente con sus teóricos compañeros de aula, y las garantías de las autoridades de que están vacunados —por eso sólo han empezado los que ya disponen de cartilla sanitaria—, no han tranquilizado a los padres griegos. Las críticas de las AMPAS (acerca de la elección de los centros, la falta de condiciones materiales o la necesidad de contratar trabajadores auxiliares) revelan una primera reacción de la población local, hasta ahora muy solidaria y acogedora, frente a los migrantes, más de 60.000 seres atrapados en el país quién sabe por cuánto tiempo. 

 “No sabemos quiénes son sus familias; tampoco cómo es su higiene en el campamento donde viven, si tienen suficientes duchas o baños, o si padecen alguna enfermedad que puedan transmitir a nuestros hijos. Además, no están vacunados”, se queja a las puertas del 72º colegio público de Atenas Sofía S., madre de dos escolares, ignorando las garantías dadas por las autoridades. “Por supuesto que tienen que estudiar, pero ¿por qué en este centro? ”. Al establecimiento acuden desde el lunes unos 40 menores del cercano campamento de Elaionas, el primero levantado por el Gobierno griego, en agosto de 2015, en plena eclosión de la crisis migratoria, y poblado en su mayoría por afganos, aunque los responsables de la IOM a cargo del traslado declinaron especificar la nacionalidad y la edad de los escolares. Tampoco quiere pronunciarse la dirección del centro. “Es un tema muy sensible, entiéndalo”, se excusa la directora desde el patio.

 “No podemos crear un colegio dentro de otro colegio, eso es lo más preocupante; no me parece bien que los segreguen en clases y horarios distintos pero es verdad que por cuestiones de idioma no pueden incorporarse a las de los nuestros. Este sistema sólo creará guetos. Y no vean aquí racismo porque no lo hay: son niños como los nuestros, con todo el derecho del mundo a la educación; no hay más que ver con qué alegría esperaban encontrarse en el patio [en el acto de bienvenida] unos y otros. En la clase de mi hijo los recibieron con galletas y dibujos… son niños, y eso lo sabemos mejor que nadie los padres… Pero este modelo no va a funcionar. Además, el Ministerio nos ha informado muy tarde, apenas un día antes, de haberlo sabido antes nos habríamos hecho a la idea”, sentencia Apostolis ante el mismo centro, en un plácido barrio de clase media a los pies de la Acrópolis. 

Angelikí Perdiki, profesora auxiliar de inglés y bisnieta de otros refugiados (los griegos del Asia Menor), tiene otra versión, la de lo sucedido en las aulas: “Ha ido todo como la seda. Los niños están un poco asustados, pero es la ansiedad lógica de cualquier primer día de clase. Las críticas no les afectan, y esperamos que en unos días puedan recuperar un poco de normalidad vital, si es que eso es posible para un refugiado”. Griego e inglés figuran entre las primeras materias de estudio para los niños recién escolarizados. 

 Incidentes aislados 

 Sin llegar a casos extremos como el de la isla de Quíos, donde los padres han convocado un referéndum sobre el asunto, o el pueblo de Volvi, cerca de Salónica, donde entre agrias protestas nacionalistas los vecinos cerraron con candados las puertas del colegio y dejaron en casa a sus hijos para evitar que se mezclaran con los refugiados (lo que ha provocado la intervención de la fiscalía), los testimonios parentales constatan un estado de ánimo preocupante, tanto que para muchos la inserción de los refugiados en la cotidianidad, superada ya la fase aguda de la crisis y cronificada su presencia en Grecia, puede convertirse en una bomba de relojería. Mientras, la presión migratoria sobre las islas del Egeo (como Quíos) resulta más que acuciante: más de 11.000 migrantes, que rebasan ampliamente la capacidad de los centros de internamiento. El Gobierno de Atenas prevé trasladarlos al continente. 

 Este reportaje carece de la versión de los padres de los niños refugiados porque, a diferencia de toda vuelta al cole normal, con las lógicas emociones del estreno, entre lloros y rabietas y niños agarrados como lapas a las piernas de los padres, estos no pueden acompañar a los suyos a la escuela ya que viven en campamentos situados a kilómetros de distancia. Resume sus posturas un profesor griego voluntario que solicita el anonimato y colabora en el traslado de los menores desde Elaionas —donde da clases— al colegio, y viceversa: “Hay tres grupos de padres, el de los que suspiran aliviados porque creen que la rutina hará bien a los niños, además de lo que aprendan; el de los que no están muy convencidos pero consideran que algo hay que hacer con ellos mientras esperan [seguir viaje], y el último grupo, que no quiere siquiera que sus niños vayan a clase porque creen que no les servirá de nada, y que está aún en fase de negación total de la situación de inmovilidad a la que se ven condenados. Pero no depende de ellos que vayan, sino de las autoridades educativas, y ningún niño se va a quedar sin escolarizar en Grecia”.

140000 EUROS POR UN POEMA

Vendido por 140.000 euros un poema manuscrito de Ana Frank 

Guardado por su mejor amiga del colegio, un comprador anónimo lo ha adquirido en una subasta en la ciudad holandesa de Haarlem


Un comprador anónimo ha adquirido este miércoles por 140.000 euros un poema manuscrito de Ana Frank, titular del diario más famoso del Holocausto. Subastado en la ciudad holandesa de Haarlem, el precio de salida era de 30.000 euros. La composición está dedicada a Cri-Cri, apodo de Christiane van Maarsen (1927-2006). Su hermana pequeña, Jacqueline, que hoy tiene 87 años, fue compañera de colegio y la mejor amiga de Ana. Los versos están fechados el 28 de marzo de 1942 y aparecían en el cuaderno de poesía de Christiane, un tipo de libreta muy popular donde las escolares se dejaban mutuamente recados amables. “Mi hermana arrancó esta hoja en 1970 porque no le tenía el mismo apego que siento yo por otra poesía de Ana, dirigida a mí, y que guardo. Por eso la vendo”, reza el certificado de autenticidad, firmado por Jacqueline ante notario. Autora de cuatro libros sobre aquella época, la relación entre ambas vertebra las numerosas conferencias que ha impartido dentro y fuera de Holanda. Apenas unos meses después de haber escrito las estrofas, Ana Frank se vio obligada a esconderse de los nazis junto con su familia en el anexo de una casa de los canales de Ámsterdam. Ella, su hermana, Margot, y la madre, Edith, perecieron en los campos de concentración. Solo regresó el progenitor, Otto.

 El poema consta de cuatro pareados. Los dos primeros los copió Ana, que tenía entonces 12 años, de un semanario. Los otros se le atribuyen sin confirmación oficial. En conjunto, alaban la diligencia y esfuerzo en el trabajo, y la buena educación hacia los que reprueben los fallos personales. La adolescente era muy estudiosa y le parecía que Cri-Cri holgazaneaba, de ahí el tono, que tal vez molestó a la destinataria dada su reacción posterior. Concluye diciendo “para que me recuerdes, Ana Frank”, una dedicatoria típica, porque los cuadernos solían guardarse durante años. 

 La fecha está escrita en caracteres de imprenta, y el resto en su mejor caligrafía. Según consta en los archivos del Instituto holandés para la Documentación de la Guerra, Ana utilizó ambos tipos de letra en su diario, que pasó a limpio cuando estaba oculta pensando en publicarlo pasada la guerra. “No sabemos por qué alternaba ambas letras, pero lo hizo a menudo en todo tipo de notas”, señalan en la casa-museo de Ana Frank, en Ámsterdam. El centro no ha pujado en la subasta “porque el valor del documento es que sea manuscrito, y como tenemos otros, dado el precio de salida, hemos preferido abstenernos”, añaden sus portavoces. 

 El padre de Jacqueline era judío y la madre cristiana. Las niñas se conocieron en el Liceo Judío de la capital, donde fueron obligadas a inscribirse durante la ocupación nazi. Los Van Maarsen, sin embargo, consiguieron evitar la deportación. Las dos amigas estaban algo enfadadas cuando Ana tuvo que esconderse, porque Jacque, apelativo cariñoso de la amiga, quería ampliar su círculo de íntimas. Desde su refugio, Ana le escribió una carta de disculpa que solo salió a la luz con la publicación del diario. 

TRADUCCIÓN APROXIMADA DEL POEMA

 Querida Cri-Cri, 
 Trabajaste sin cuidado,
 Un tiempo precioso malgastado. 
Inténtalo con ímpetu renovado, 
Mejor que en el pasado. 
 Te criticaron los demás,
 Porque diste en fallar.
 Bien les responderás, 
Si procuras mejorar.

MÁQUINAS QUE LEEN LABIOS

Estas máquinas pueden leer los labios mejor que las personas expertas

 Imágenes normales de vídeo son suficientes para que un ordenador bien entrenado pueda leer los labios de las personas que aparecen en él como si fuera un experto


En una de las más inquietantes escenas de 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), los dos astronautas que viajan hacia Júpiter se encierran en una cápsula y desconectan los micrófonos para evitar ser oídos por H.A.L. 9000, la inteligente computadora que controla la nave. Sospechan de su mal funcionamiento y dudan sobre si desconectarlo; la decisión es crítica para misión. H.A.L. ciertamente no puede oírlos, pero el director de la película nos da a entender en un excelente plano lo que está sucediendo: al fondo de la imagen, la cámara de H.A.L. está leyendo el movimiento de los labios de ambos durante la conversación y enterándose perfectamente de lo que traman contra él. El resto es historia del cine. 

 Como a veces sucede, algo era propio de la ciencia-ficción hace unos pocos años empieza a estar a nuestro alcance hoy en día. Aunque la lectura de labios es una técnica realmente complicada incluso para los más experimentados, la inteligencia artificial de los ordenadores puede realizarla de forma efectiva y, según se ha publicado recientemente, supera en precisión a los humanos. El dato procede de un trabajo de investigadores de la Universidad de Oxford y se refiere a un sistema llamado LipNet [PDF] que emplea un modelo capaz de leer frases completas, es independiente de la persona que habla y emplea redes neuronales y aprendizaje automático (machine learning). 

 Una tarea llena de dificultades tecnológicas 

 Parte del problema para realizar esta tarea es que muchos de los movimientos de los labios (o “fonemas visuales”, llamados visemas, de los que hay unos 14) son prácticamente indistinguibles, incluso para los expertos; esos visemas están relacionados con unos 50 fonemas o sonidos individuales. Una de las formas de mejorar la precisión en esa interpretación es utilizar el contexto para dar prioridad a palabras que encajan mejor con dichos visemas según el tema que se esté tratando. Algo en lo que los ordenadores son muy capaces. El resultado es que LipNet puede interpretar correctamente un 93,4 por ciento de las palabras mientras que en la misma tarea un experto humano alcanza solo el 79,6 por ciento. Sus creadores dicen que LipNet llega a interpretar correctamente un 78% de «palabras sueltas» más que una persona sorda que esté acostumbrada a realizar esa misma lectura de labios. 

 Todo esto depende de muchas tecnologías, en especial del reconocimiento facial y de la geometría de la posición de los labios en las imágenes. Algo que están facilitando la llegada de mejores cámaras y más potentes procesadores y algoritmos, capaces de interpretar correctamente el ángulo de la imagen, las luces y sombras y cualquier otros pequeños detalle. Eso sin entrar en la dificultad que supone interpretar los rasgos de alguien con barba o bigote, por ejemplo. 

 Sonidos residuales, una ayuda importante 

Otra forma de mejorar la eficiencia de la lectura de labios es aprovechar el sonido original, si acaso existe. Aunque muchas veces no está disponible o no con la calidad necesaria (por ejemplo el sonido ambiente de una sala llena de gente con varias conversaciones) a veces cualquier pequeña pista que se pueda extraer resulta útil. Ahí se puede aplicar un algoritmo de reconocimiento de voz convencional (como los de Apple, Google o Microsoft) e intentar aprovechar lo que se entienda, combinándolo con las imágenes. 

 De hecho entre las personas sordas que tienen algún tipo de capacidad auditiva, por pequeña que sea, esto es una importante pista de cara a mejorar la lectura de labios – es un problema leer los labios sin ninguna otra pista si la persona se mueve demasiado, alguien se interpone o la luz es escasa. Curiosamente, un estudio de la Universidad Florida Atlantic explicaba que los bebés aprenden a hablar tanto escuchando como fijándose en el movimiento de los labios, una especie de experiencia multisensorial. 

Un problema cuando no se hace esto en tiempo real es que el vídeo y el audio de muchas grabaciones está desincronizado – y aunque para los seres humanos son aceptables incluso 5 décimas de segundo sin que percibamos la diferencia no es así para las máquinas. Si esto sucede la red neuronal se despista y es incapaz de interpretar correctamente lo que está viendo (porque oye otra cosa en ese instante) y ese entrenamiento no sirve. Es un efecto indeseable que se produce a veces con grabaciones de archivo. 

 Pruebas y aplicaciones prácticas 

 Google puso a trabajar a su inteligencia artificial DeepMind a aprender a leer los labios entrenándola con los vídeos de 5.000 horas de programación de la BBC, que incluían en total 118.000 frases y hasta 17.500 palabras distintas pronunciadas por personas con distintos rasgos en todo tipo de condiciones (luz ambiente, ángulos, movimientos, etcétera). En una prueba llevada a cabo tras el análisis DeepMind acertó el 46,8 de las palabras de 200 clips de vídeo, mientras que un profesional de lectura de labios tan solo atinó con el 12,4 por ciento sin errores. 

 Las aplicaciones de todos estos sistemas son también muy interesantes. Además de servir para obtener transcripciones de vídeos en los que no hay sonido o éste es de baja calidad pueden utilizarse para mejorar la precisión de las traducciones automáticas o interpretar a gran distancia una conversación si la imagen tiene suficiente detalle. 

También hay otras propuestas curiosas al respecto: una es utilizar la técnica como sistema de contraseñas que dependa no solo del tono de voz sino también de la forma de mover los labios al pronunciar la palabra clave. Otra es usar esta tecnología en el interior de un coche (ambiente ruidoso) combinando reconocimiento de voz y lectura de labios; Hyundai obtuvo una patente al respecto, con la premisa de que el coche entienda siempre a la persona y que no sea necesario mover la cabeza ni apartar la vista de la carretera para dirigirse al micrófono intentando minimizar el ruido. 

 La forma de comercializar este tipo de sistemas también ha cambiado: antiguamente había que comprar una costosa licencia de software o pagar una especie de royalties por todo lo que se obtuviera con invenciones derivadas, además de las casi obligatorias actualizaciones. Hoy se venden como servicios de pago-por-uso. Un buen ejemplo sería Watson, la inteligencia artificial de IBM: el servicio de conversión de voz a texto cuesta 2 céntimos por minuto, y los primeros mil minutos mensuales son gratis. ¡Quién le hubiera dicho a H.A.L. que terminaríamos comprando inteligencia artificial “al peso”!

QUIEN CONTROLA EL LENGUAJE TIENE EL PODER

Laurent Binet novela la muerte de Barthes en ‘La séptima función del lenguaje’



Fue la “muerte del autor” en el sentido más literal. En febrero de 1980, Roland Barthes salía de almorzar con François Mitterrand, a punto de convertirse en presidente francés y fan confeso de sus Mitologías, cuando una camioneta lo atropelló en plena calle. Un mes más tarde, fallecía en el hospital. El caso quedó cerrado, hasta ahora. A Laurent Binet (París, 1972) ese desenlace siempre le pareció sospechoso. Demasiado improbable para ser pura casualidad. Se puso a imaginar un crimen urdido por una confederación de universitarios y hombres de poder, temerosos ante el alcance de las teorías de ese pensador estrella. 

 De ahí surgió La séptima función del lenguaje (Seix Barral), su reválida tras el éxito de HHhH, en la que narraba el plan para asesinar a Reinhard Heydrich, el padre de la solución final. Su nuevo libro es, a la vez, un ensayo semiótico y un thriller policial con toques de comedia burda, donde el autor convierte en sospechosos del crimen a los teóricos del posestructuralismo, como Foucault, Derrida, Deleuze o Lacan, responsables de la revolución de las Humanidades que emergió en la Francia de los sesenta. Tampoco se olvida de Mitterrand y su archienemigo Giscard d’Estaing, obsesionados con la poderosa séptima función del lenguaje que da título a la novela, completando las seis que enunció el lingüista Roman Jakobson. 

 Pregunta. Más que sobre la muerte de Barthes, ha escrito una novela sobre el poder del lenguaje. 

Respuesta. En el fondo, el asesinato es solo un pretexto. El libro parte de esta idea: quien controla el lenguaje, tiene el poder. Y el del lenguaje es un poder absoluto, superior al de quien maneja un tanque o un bombardero. En el fondo, quien posee la autoridad es quien da la orden de lanzar la bomba.

 P. ¿Por qué introdujo a personajes reales en la trama? 

 R. Todo asesinato necesita sus sospechosos. En este caso, solo podían ser quienes formaban parte del entorno de Barthes. Si iba a hacerles intervenir, no podía ser solo a través de menciones gratuitas. Tenía que utilizar detalles y citas auténticas. El 75% de lo que Foucault, Derrida o dicen en el libro lo dijeron o escribieron en la vida real.

 P. Hubo quien se molestó. Dos de sus protagonistas, Philippe Sollers y Julia Kristeva, amenazaron con llevarlo ante los tribunales.

 R. Se lo tomaron peor de lo que imaginaba, aunque al final se hicieron atrás. Cuando entregué el manuscrito a mi editor, me pasó con el abogado de Charlie Hebdo. Entonces entendí que tenía un problema… [risas]. Solo me hicieron cambiar dos o tres cosas sin importancia. Nunca pretendí revelar nada sobre la vida privada. Por ejemplo, no me parece ofensivo describir a Foucault dentro de una sauna gay: todo el mundo conoce esa parte de su biografía, que él mismo reivindicó. 

 P. ¿Diría que esos pensadores son más admirados en el extranjero que en Francia? 

 R. No más respetados, pero sí más leídos. En mi país, no se ha entendido que admiración no es sinónimo de sacralización. Se les ha convertido en iconos intocables. Por ejemplo, yo cursé estudios de Letras sin leer ni una sola página de Barthes o Foucault. No es casualidad que, incluso en Francia, a esa escuela de pensamiento se la conozca con un nombre en inglés: French theory.

 P. En el libro alterna registros distintos. Mezcla altos conceptos de la lingüística y la filosofía con el suspense y la comedia. ¿Por qué? 

 R. Entre Racine y Shakespeare, suelo decir que prefiero al segundo, porque soy partidario de la mezcla de géneros. Escribo contra una idea rancia de la literatura, contra una representación obsoleta y autosatisfecha de lo que debe ser, que provoca que sigamos tragándonos libros escritos al estilo de Balzac y Chateaubriand. Fueron grandes autores, pero de eso ya hace dos siglos.

 P. ¿Por qué sigue molestando Barthes tantos años después de su muerte? 

 R. Porque es un intelectual de izquierdas, en un tiempo dominado por los ultraconservadores. Su objetivo fue decodificar y desmitificar el habitus pequeñoburgués. Demostró que lo que la burguesía consideraba totalmente natural era, en realidad, una mitología. Es decir, una construcción a su servicio. Pero que la gente siga queriendo matar a Barthes es buena señal, porque significa que todavía está vivo.

 P. La política ocupa un lugar primordial en el libro. ¿Fue al seguir a François Hollande para escribir su libro sobre la campaña presidencial de 2012 [Rien ne se passe comme prévu, inédito en España] cuando este libro tomó forma? 

 R. No exactamente, aunque lo que observé en la campaña me ayudó mucho. Estoy decepcionado con Hollande, porque todas sus medidas han sido de derechas. Sin ser un multimillonario, es alguien que demuestra una complicidad de clase, porque favorece los intereses de las personas a las que frecuenta. No soy determinista, porque Marx o Lenin fueron burgueses con la suficiente visión histórica. Hollande no la tiene. 

 P. Fue de los pocos que defendieron a la exprimera dama, Valérie Trierweiler, tras su ruptura. Le acusaron incluso de haber escrito su muy exitoso libro de memorias, Gracias por este momento.

 R. Fue solo un rumor para desacreditarla, del que yo me convertí en un daño colateral, porque es público y notorio que soy amigo de Valérie. La defendí porque las razones por las que la atacaron me parecieron incorrectas. Se dijo que su libro era obsceno y que deshonraba la función presidencial, cuando Hollande fue el primero en desacreditarla. El libro me parece una reacción humana y casi legítima. Como decía Beaumarchais, cuando el deshonor es público, la venganza también tiene que serlo.

lunes, 5 de diciembre de 2016

JOLASTEN IKASI. GURUTZEGRAMAK

KONTZEPTU MAPAK. BUBBL.US

NUEVA SENSIBILIDAD PARA LA GRAN NOVELA

La FIL celebra sus 30 años apostando por autores que nacieron en la década de los ochenta, como la propia feria


Carlos Fuentes tenía 30 años cuando debutó con La región más transparente. Mario Vargas Llosa, 26 cuando publicó La ciudad y los perros. Desde que eso pasó en 1958 y 1962 respectivamente, ninguna generación de América Latina ha dejado de medirse con el rasero del boom, un fenómeno que empezó poniendo el Nuevo Mundo en el mapa de las letras universales y a punto ha estado de borrar de ese mapa todo lo no tocado por su onda expansiva. 

 La literatura latinoamericana es la invitada especial de la Feria del Libro de Guadalajara (México), que termina hoy, y uno de sus platos fuertes ha sido el programa Ochenteros, que ha reunido a 20 autores —10 mujeres, 10 hombres— de 13 países nacidos en la misma década que la FIL. Si los jóvenes de hace dos décadas tuvieron la necesidad dematar a los padres del inefable realismo mágico —fue el caso de los agrupados en la antología McOndo—, los ochenteros de la FIL han optado por ignorar a sus teóricos progenitores para buscar la compañía del abuelo (Borges) o de los tíos excéntricos (Manuel Puig, Silvina Ocampo, Fogwill y Roberto Bolaño). 

“La precocidad de La ciudad y los perros no es tanto un peso como una presencia fantasmal. No me mido con él”, dice la peruana Jennifer Thorndike (Lima, 1983), que acaba de publicar la novela Esa muerte existe (Literatura Random House) y descree, como sus compañeros, de las llamadas literaturas nacionales. “Me interesa más lo que se escribe en Chile y en el Cono Sur en general, que siempre tuvo mucha influencia en el Perú”. Aunque evita usar la palabra rechazo, Thorndike afirma que los autores de su generación han roto con “los moldes creados por el boom”: una narrativa atravesada por las vanguardias del siglo XX pero, en el fondo, heredera del realismo del XIX. 

“Hemos asumido la novela realista como si fuera algo natural y no una construcción de cuatro señores patriarcas”, abunda la boliviana Liliana Colanzi (Santa Cruz, 1981), que con dos libros de cuentos —Vacaciones permanentes (El Cuervo) y Nuestro mundo muerto (Almadía)— se ha convertido en imprescindible para sus pares. “El realismo se volvió la medida de todas las cosas”, se queja antes de enmendar unas recientes declaraciones de Vargas Llosa. Según el Nobel de 2010, los jóvenes se han despolitizado y, además, ya no quieren escribir la gran novela latinoamericana: se han volcado en la intimidad. “No quieren, cierto”, concede Colanzi, “pero ¿por qué esa obsesión de que sea el tema el que define la ambición de una obra? También a Rubén Darío y a los modernistas los llamaron afeminados por hablar de cisnes y reyes. Tal vez la ambición sea revolucionar la sensibilidad. La forma es tan política como los temas”. “Lo íntimo es político”, subraya también Thorndike, “porque investiga en la estructura de lo que somos y de las etiquetas que se nos vienen encima: mujer, blanca, peruana… Hay novelas que creen tratar los grandes temas y no hacen más que seguir la historia oficial de los grandes temas. La literatura debe cuestionar siempre”. 

Por su parte, Carlos Fonseca (San José, 1987), que nació en Costa Rica, se crio en Puerto Rico y ha ambientado en los Pirineos franceses su novela Coronel Lágrimas (Anagrama), se pregunta si ambición no significa hoy globalización: “2666 sería la novela global de estos tiempos porque se construye no a la manera clásica sino mediante puntos de intensidad que, como Ciudad Juárez, podrían parecer periféricos”. Discípulo de Ricardo Piglia en Princeton, Fonseca pondera a Bolaño como el autor que mejor ha narrado “no la globalización sino su malestar”. De paso recuerda la ya clásica definición según la cual la globalización no es más que una mezcla de capital e información porque el resto es solo “control de daños”. Esos daños —políticos, sociales y familiares— atraviesan los cuentos de Qué vergüenza (publicado en Chile por Hueders y en el resto de países por Seix Barral), un primer libro que ha convertido a la chilena Paulina Flores (Santiago, 1988) en una de las revelaciones del año. Para Flores, la propia idea de “obra joven” es cosa del mercado: “Esa presión se nota en todos los ámbitos. Todo tiene que ser rápido, instantáneo, como en Internet”. No obstante, reconoce sus contradicciones: la democratización de la información es la que ha hecho que las mujeres —la mitad exacta de estos ochenteros— hayan cobrado un protagonismo que antes no tenían: “Hace 20 años yo no estaría aquí”.

 El chileno Alberto Fuguet (Santiago, 1964) recuerda que cuando lanzó la antología McOndo en 1996 tuvo que recurrir a las embajadas de los distintos países para encontrar información sobre jóvenes latinoamericanos que hablaran de ciudades, rock y cine: “No conocía escritoras, pero es que tampoco conocía a nadie que viviera en Bolivia”. Hoy el panorama es otro. Los libros circulan gracias a la Red y los escritores, gracias a los festivales. “Nuestros padres tuvieron la revolución cubana; nosotros, la revolución digital”, dice el argentino Mauro Libertella que nació en México en 1983 durante el exilio de su familia y ha escrito dos libros autobiográficos: Mi libro enterrado (Mansalva) y El invierno con mi generación (Literatura Random House): “Internet nos llegó con 15 años y dejó encapsulada nuestra infancia analógica, por eso escribimos de ella con cierta nostalgia”. 

En el imaginario de los ochenteros la cultura de masas ya no es un tema sino parte de su educación. “Todos compartimos los mimos memes”, dice Ave Barrera (Guadalajara, México, 1980), cuya primera novela, Puertas demasiado pequeñas (Alianza), acaba de salir en España. Para Barrera es justo la homogeneización la que hace que las voces individuales cobren mayor relevancia, “como cuando cambias de país, ves que se parece al tuyo pero los grifos funcionan distinto”. Pese a su presente digital, el pasado analógico de los ochenteros los hace mantener un pie en la tradición literaria. Por eso tienen curiosidad por sus hermanos menores. “Tengo curiosidad por saber qué escribirán los que nacieron con Internet porque algo distinto va a salir de ahí, nuevas formas y nuevas sensibilidades”, dice Liliana Colanzi. “Puede que alguna chiquita se rebele contra nosotros, que andaremos diciendo, como hoy Vargas Llosa: ‘Ay, estos jóvenes. Ya no quieren hacer la gran novela corta de… 70 páginas”.

EDUARDO MENDOZA, EL CERVANTES DE LOS PRODIGIOS

“La virtud y el defecto de mis libros es que son cómodos de leer”, dice el autor laureado


Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), el último premio Cervantes, ha vivido los últimos 50 años con la sensación de que las esperanzas puestas en él tras su primera novela “iban a quedar frustradas”. Así lo reconoció ayer en Londres, con el humor y la humildad que ha cultivado durante tanto tiempo, horas después de conocer que había sido distinguido con el galardón más importante de las letras hispanas. Un reconocimiento que, asegura, recibe “a modo de conclusión”. “Hoy, con este premio, puedo decir que las cosas han salido bien. No es que no vaya a hacer nada más, pero considero esto como un final de trayecto. Un final de trayecto feliz”, explica. 

El jurado del premio ha destacado al escritor por inaugurar en 1975 una “nueva etapa en la narrativa español” con la publicación de La verdad sobre el caso Savolta, que devolvió al lector “el goce por el relato” con una lengua “llena de sutilezas e ironía”. 

 “Por su importancia, este premio cierra un ciclo”, destaca el autor. “He tenido mucha suerte siempre con los premios. Mi primera novela recibió el premio de la Crítica, con todo su aparato publicitario. De modo que mis principios fueron casi violentos: fui catapultado de la nada a ser muy conocido. Así que he vivido todo este tiempo pensando que esas esperanzas iban a quedar frustradas”. 

 Mendoza vive a caballo entre Londres y Barcelona. Ayer se encontraba paseando por la capital británica —“hace años compré un apartamento y siempre que puedo vengo con la intención frustrada de estar tranquilo”— cuando recibió la noticia. Una llamada desde un número oculto que resultó ser del ministro de Educación, Cultura y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo. “Lo primero que he pensado es: ¡madre mía, qué apuro, y no está Carmen Balcells!”, señala, recordando a su añorada amiga y agente, fallecida hace poco más de un año. Entre llamadas y la organización del encuentro con periodistas en la nueva sede londinense del Instituto Cervantes, Mendoza no tuvo mucho tiempo para pensar. Pero reconoce que una ocasión así le lleva a uno a “hacer balance”.

 Recordó, por ejemplo, aquellos primeros años que pasó en el swinging London de finales de los sesenta, en los que siendo un veinteañero quedó “atrapado de por vida en el feo vicio de la anglofilia”. En aquel Londres, al que Mendoza llegó de estudiante, descubrió que quería ser escritor. Y el filólogo Carlos Clavería, entonces al frente del Instituto de España, maestro con el que el joven Mendoza paseaba por Easton Square, le desanimó. “Me veía lleno de entusiasmo”, rememora. “Me dijo que tenía un camino muy largo por delante y me veía muy acelerado”. 

 El jurado del premio, que precisó cuatro votaciones para dar con el ganador por la cantidad y calidad de los candidatos, destacó “la estela de la tradición cervantina” en Mendoza y el autor, como no podía ser de otra forma, reconoce la deuda. “Cervantes ha tenido una enorme influencia en mí como escritor y como persona”, asegura. “Cuando leí el Quijote, en el Preuniversitario, me quedé inmediatamente abducido. Me di cuenta de que se puede escribir literatura sin perder la sonrisa, estando a gusto con las personas. Todos queríamos ser malditos, pero entonces comprendí que el escritor no tiene por qué ser alguien maldito o marginal. Lo que caracteriza a Cervantes es la sencillez, la elegancia y el buen rollo. Y si yo tuviera que elegir un lema, bien podría ser ese”. 

 El Cervantes a Eduardo Mendoza es un reconocimiento al humor en la literatura. “Hasta hace relativamente poco el humor ha estado mal valorado”, defiende el autor. “Siempre se ha pensado que para ser bueno tenía que ser dramático. Era inútil recordar que grandes obras como el Quijote, el Lazarillo y otras de Quevedo, Moratín y Dickens han sido escritura básicamente de humor. Pesaba mucho la tradición de la novela del siglo XIX, pero ahora se empieza a ver una revisión de esos criterios”. 

 Un poco desubicado en el mundo que le toca vivir, como algunos de sus célebres personajes, Mendoza dice vivir felizmente al margen de las redes sociales. Fueron los periodistas quienes le comunicaron que había llegado a ser trending topic en España, con la particularidad de que apenas suscitó críticas entre los internautas. 

 En un momento y un país en que cualquier acontecimiento divide al país, el Cervantes a Mendoza mereció ayer elogios casi unánimes. Pero su simpatía, defiende el autor, “no es deliberada”. “No he hecho nada especial para granjeármela”, reconoce. “La virtud y el defecto de los libros que escribo es que son cómodos de leer. A veces pienso que no tienen gran valor, pero luego creo que lo tienen y mucho. No por mérito mío, sino porque recibo muestras de simpatía y gratitud de los lectores a los que determinado libros míos les sirvieron de alivio o de consuelo, o simplemente les hicieron pasar un buen rato”. 

 Una cumbre de su carrera

 Si ha habido un personaje mendociano que ha conectado con los lectores ese es sin duda Gurb, el extraterrestre que aterrizó en Cerdanyola y se perdió en una Barcelona “optimista y feliz” que hoy el autor añora. El personaje fue creado para una serie que se convirtió en Sin noticias de Gurb (1991), un libro que supuso, recordaba ayer, “una cumbre” en su carrera. "Es el que me convierte en un escritor de humor, un autor leído por niños, adolescentes y otras personas de mal vivir. Sin noticias de Gurbme ha abierto puertas insospechadas”. 

 Otro título importante, del que no quiso olvidarse ayer fue El misterio de la cripta embrujada (1979), su segunda novela. “El libro me destapó la posibilidad de escribir un tipo de literatura más callejera”, apunta. “Igual que La ciudad de los prodigios (1986) marcó un giró en mi carrera”, añade. Y, por supuesto, la primera, La verdad sobre el caso Savolta. Mendoza reconoce que cada vez lee menos novela. “Y cada vez me duermo más cuando me pongo a leer”, bromea. Pero, investido de la autoridad del premio Cervantes, quiere romper una lanza a favor de la literatura de su país: “No se me ocurre ningún otro país actualmente que tenga la misma fuerza que la literatura en español ¿Quiere decir que está muy bien? No. ¿Quiere decir que otras están peor? Sí”. Él, por su parte, está ya de retirada. Una retirada por la puerta grande del Cervantes. “Uno va cumpliendo años y llega un momento en que decide retirarse. Yo estoy pensando en hacer una retirada discreta, ahora que he ganado la Champions”.

KAFKA, UN TIPO EXTRAÑO SEGÚN LAS MUJERES

El estudioso de la obra del escritor checo Reiner Stach presenta su monumental biografía



Fue el domingo 17 de noviembre de 1912 cuando Franz Kafka experimentó la sensación de no poder levantarse de la cama, de no querer ni poder hacer nada, deprimido por no obtener respuesta de su amada Felicia y por el peso de arrastrar la novela El desaparecido, que no arrancaba. La imagen del hombre degradado a animal, a insecto que no sirve para nada, la venía oyendo desde pequeño porque era un exabrupto asiduo de su padre; también hacía poco que su amadísima hermana Ottla se había puesto por vez primera en contra suya por su escasa implicación en la fábrica familiar; con el tiempo, afloraría también una latente fobia a los ratones, eso sin contar que había leído El Kondignog, relato de un danés, Johannes V. Jensen, donde una persona muta en horrendo y prehistórico animal… Todo eso condicionó y condujo a una de los relatos claves de la historia de la literatura, La transformación. Y detalles así solo puede conocerlos en la Tierra el alemán Reiner Stach, que ha dedicado 19 años de su vida a saberlo absolutamente todo sobre el escritor checo, sapiencia que ha plasmado en su monumental (de forma y fondo) Kafka, 2.360 páginas que ahora publica en dos tomos estuchados Acantilado. 

 Stach (Rochlitz, 1951), quizá tan “perfeccionista compulsivo” como él mismo define a su biografiado, se remonta hasta la Batalla de la Montaña de 1620 para entremezclar, en una biografía ejemplar, vida, obra, análisis literario, retrato psicológico, historia y sociología para no dejar zonas oscuras de Kafka. “De pequeño pisaba adoquines con cruces que recordaban los ejecutados de esa batalla; gracias a ella, su familia pudo emigrar desde el Este a Austria”, fija un biógrafo que no duda en romper mitos, como el del albacea salvador de una obra que Kafka dejo escrito que ardiera a su muerte. “Su amistad es un gran misterio porque eran muy distintos; además, no podemos fiarnos de Brod porque tergiversa mucho: dice que adoptó a Kafka como amigo pero fue al revés; como editor, una vez decidido a no destruir la obra, tomó algunas decisiones catastróficas: la edición de las obras era muy provisional, como al principio admitió, pero es que luego acabó regalando los manuscritos a su última secretaria, que los fue vendiendo y dispersando; es absurdo: salvó dos veces, del fuego y de los nazis, el original de El proceso y luego lo acabó regalando”. 

 Tampoco es Kafka en su opinión un personaje tan rarito. “Hay una veintena de relatos de personas que le conocieron y ninguna deja constancia de que fuera desagradable o extraño; al contrario: era encantador, simpático, quizá un poco infantil y naïf, y muy querido por sus compañeros de oficina... La imagen y la descripción de tipo extraño vino dada por algunas mujeres, a las que decepcionó, en buena parte porque nunca les decía las cosas claras: se debatía entre casarse y los ataques de pánico de pensar que con esas ataduras no podría escribir nunca más; especialmente ese retrato se debe a Milena Jesenská, que dijo de él que era un santo que vivía en un mundo equivocado, ‘un desnudo entre vestidos’: imagen bonita, pero equivocada porque Kafka era muy sensible, pero no un ser indefenso”. ¿Y ese masticar 70 veces antes de tragar; ese poco activo sexualmente pero con seis amantes y asiduo de prostíbulo, por ejemplo? “Sin duda era un hombre singular, con algún tic neurótico, como inspeccionar siempre todos los colchones para ver si estaban limpios, o hacer gimnasia milimétricamente como indicaban las ilustraciones, pero era fruto de que todo lo quería hacer perfecto, sin mácula”. 

Ese afán cartesiano, en cambio, amén de llevarle a destruir la mayor parte de su obra, era antitético a su proceso de trabajo literario. Stach expone, tras cotejar los originales con las cartas y los diarios, que la producción de Kafka va como los oleajes del mar: trabajo obsesivo en pocas semanas, generalmente a raíz del chispazo de una imagen muy pictórica basada en acontecimientos reales, para retraerse luego en semanas o meses de sequía creativa, como si el almacén lleno se fuera agotando de ideas. ¿Explicaría eso la incapacidad de Kafka por haber concluido nunca una obra larga, en el marco de una producción que en un 90% dejó inconclusa? “Una novela no se improvisa, se planifica; sólo hace falta leer los diarios de Thomas Mann: escoge un tema, luego la trama, los protagonistas, investiga temas históricos relacionados y luego escribe; es la antítesis de Kafka, que sólo hizo algo parecido una vez, en América; si se miran los originales de El castillo, por ejemplo, se ve que no sabe qué hacer con los tres personajes, es imposible si no se ha planificado y menos aún intentar hacerla de una tirada”.

 Es el biógrafo de los que creen que La transformación es un texto con gran sentido del humor. “La mezcla entre lo horrible, lo triste y lo cómico es nueva, se la inventa él, ningún autor antes la había experimentado, sólo más tarde lo veremos en Samuel Beckett… Kafka, tras lo asqueroso de idear un insecto de casi dos metros, inmediatamente introduce lo cómico: esto le ha pasado, dice el protagonista, porque duerme poco, que trabaja mucho y hay gente que lo hace muncho menos, pero que, en fin, que se ha de levantar porque ha de ir a la estación…, cuando el lector ya sabe que no podrá salir de la cama; y en El proceso ocurre algo similar, se mezcla comicidad y thriller: alguien despierta y se ve rodeado en su cama por gente uniformada que le comunica que ha sido detenido… y para arreglar el entuerto, al detenido sólo se le ocurre enseñar su carnet de ciclista…”. Cree Stach que los profesores de instituto “son estúpidos: deberían mostrar ese Kafka humorístico y no empeñarse en el lúgubre; lo que hay que dar a conocer son sus cartas y sus entradas de diario…”. 

 El Kafka más tétrico se refuerza con la interpretación que se hace de En la colonia penitenciaria, leída por estudiosos como profecía del Tercer Reich y del Holocausto. Nada más lejos: “Ese título es una excepción en su obra; no hay ni una pizca de humor, describe torturas y procesos muy desagradables… Todo eso ya lo ha visto Kafka con la Primera Guerra Mundial, no necesita de un Tercer Reich”. Lo que no quiere decir que la relación de Kafka con la historia coetánea fuera voluble o frágil como parecería indicar su mítica entrada de diario del 2 de agosto de 1914: “Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar”. “Nunca estuvo desconectado; ocurre que hablaba todo el día en todas partes de ello y él necesitaba su ámbito personal; es poco habitual que recogiera este tipo de episodios; es más, es el único acontecimiento así que aparece. No lo hace ni el final de la guerra”. 

 De Kafka, Stach tenía contabilizados en 2003 más de 130.000 webs que giraban a su alrededor. “Ahora se ha de multiplicar por 10”, dice quien cree que la literatura de Kafka se la comprende hoy más que en su época: se le ha leído más ideológicamente, desde la religión o el psicoanálisis o el existencialismo y, en cambio, ahora se le lee más literariamente, se ajusta más a lo que quiso ser: un artista y no un politólogo o un teólogo”. ¿Y dejó alguna lección moral o política su obra? “Si miramos La condena o El castillo vemos que las dos víctimas lo son fruto de la crueldad de instancias superiores; pero una lectura más atenta de los textos te demuestra que tanto Joseph K como K se convierten en víctimas porque cooperan con el gobierno; la lección de Kafka es: no hay que cooperar… Es que Kafka es un individualista; sus personajes son víctimas cuando colaboran… Un gobierno depende de la cooperación de los otros; y eso, en este siglo XXI, se ve claramente: todas esas injerencias en nuestra intimidad, ese control de cámaras y de vigilancia en Internet y de los e-mails sólo les funciona si abandonamos voluntariamente nuestra intimidad”. Gran Kafka.

domingo, 4 de diciembre de 2016

El "skater" gallego que se quedó ciego y sigue patinando

Marcelo Lusardi no se ha bajado de su ‘skate’ pese a perder la vista. En esta entrevista nos cuenta su historia


Conocí la historia de Marcelo hace aproximadamente un año, a través de un amigo en común de esos que sabes que estando a su lado todo te irá bien. Por eso hoy no me sorprende descubrir que efectivamente a Marcelo le ha ido bien, muy bien, gracias a ese y a otros muchos colegas que le convencieron de que haberse quedado ciego no le impediría seguir patinando. “Ahora lo veo todo diferente. Tengo menos y miedo y más seguridad en mí mismo”, explica con una madurez sorprendente para un joven de 18 años. 

Tras perder repentinamente la visión por una enfermedad llamada neuropatía óptica de Léber, este gallego nacido en Argentina venció la depresión, se armó de valor y bajó a la plaza con su skate y su bastón blanco para recuperar el equilibrio y poco a poco saltar escaleras y grindar bordillos. Me lo cuenta tranquilo, entero, sin dramas ni moraleja, como los héroes de verdad. Y yo, al otro lado del teléfono, disimulo como un idiota mis lágrimas de admiración.

 “Me llamo Marcelo Lusardi, soy skater y soy ciego”. Así comienza The blind rider, el minidocumental del que estrenamos aquí un tráiler y que se proyectó el pasado sábado 26 de noviembre en Santiago de Compostela. Desde el día 28 está disponible online en el canal de Runa Studio.

 ¿Cómo recuerdas el momento en el que comenzaste a perder visión?

 Fue en las fiestas de San Juan, en junio del año pasado. Noté que veía raro, que brillaba bastante la hoguera, la veía diferente. Pensé que tendría las gafas sucias o algo. Me las limpie y, coño, seguía viendo chungo. Probé a taparme un ojo y por el izquierdo veía bien, pero por el derecho había una especie de mancha sin visión central. 

Y pasado el tiempo, ¿esa mancha no desaparecía? 

 No. Pasaron dos semanas y cada día me levantaba y seguía viendo chungo. Me daba miedo ir al médico porque pensaba que me iban a encontrar algo chunguísimo. Fui a la óptica, porque usaba lentillas, y me dijeron que podía ser muy chungo. Fui al oftalmólogo y me dijo que era una lesión en el nervio óptico, pero como si nada. Me dijo que fuera a urgencias pero a la vez que, con medicación, se iría en dos o tres meses como mucho.

 ¿Qué te dijeron en el hospital? 

 Mis padres pidieron cita para el neurólogo y me dijo: “¡buah, qué raro!”. No había tenido ningún cambio en todo ese tiempo y decidió ingresarme para ver más detalles. Me hicieron dos o tres TAC, una punción lumbar… estuve unas semanas muy jodido. Medicaciones, tumbado en cama, corticoides, antiinflamatorios y mil rollos que me metían por las venas. Me decían que se me iba a pasar, pero seguía pasando el tiempo con esa puta mancha en el ojo derecho. 

 ¿Cuánto tiempo estuviste ingresado?

 Hasta agosto que ya salí de hospital. Me pasé el resto del verano quejándome. Pregunté si se me podía pasar al otro ojo y me respondieron que no, que ni del palo, nunca lo olvidaré. En octubre empecé un curso de azafato mientras acababa el Bachillerato y empecé a notar que luces artificiales las veía superbrillantes y me molestaba. Fui al médico de cabecera, pero me dijo que no hacia falta ir a urgencias. Y el 1 de noviembre la puta mancha del ojo derecho ¡también en el ojo izquierdo! En cuestión de minutos. 

Qué horror. 

 Sí, urgencias otra vez. Ingresado de cabeza. Otra punción lumbar, mil estudios, sin poder levantarme de la cama, todo chungo. Los médicos flipando: “pensábamos que tenías otra cosa, pero no es normal que te pase esto”. Un día otra oftalmóloga del hospital quiso verme y me revisó en general y dice que lo mío parece un caso de Léber, una enfermedad muy rara. Que no cree que la tenga, pero los síntomas son los mismos. Y los otros médicos: “qué va, qué va”. Claro. Me hicieron un análisis genético porque es una enfermedad mitocondrial hereditaria y salió que tenía neuropatía óptica de Léber. Fue el 24 de noviembre, coincidiendo con mi cumpleaños. Y, aunque fue muy duro, en parte me tranquilizó porque llevaba sin saber lo que me pasaba desde junio. A partir de ahí, cada mes me hacían seguimiento oftalmológico y dejé de ir a clase.

 ¿Te daban esperanzas de recuperación? 

 “Me hicieron un análisis genético y salió que tenía neuropatía óptica de Léber. Fue el 24 de noviembre, mi cumpleaños. Y, aunque fue muy duro, en parte me tranquilizó porque llevaba sin saber lo que me pasaba desde junio” La oftalmóloga me dijo que hay unos casos que empeoran y otros que mejoran o se va. Estuve deprimido sin hacer prácticamente nada. Veía lo suficiente para moverme, pero no podía ni ver la tele, ni jugar a la Play, ni nada. Me metí en la ONCE y conocí a un par de personas ciegas, me di cuenta de que ser ciego te da otro punto de vista de la vida pero seguí súper deprimido. Empeoré bastante. Un montón. Pero ya fue el socavón máximo y dije: “soy ciego me cago en Dios”. Llevaba tanto tiempo deprimido que eso, en vez de deprimirme, me echó hacia arriba.

 ¿En qué momento comienzas a usar el bastón para moverte? 

 Eso fue cuando vino a verme una amiga de mi madre que es ciega y me explicó que hay mucha gente ciega que hace vida normal, estudia, tiene carrera, altos cargos, familia, hijos, vive la vida como el que más… Fue ella la que me enseñó a usar el bastón. El primer día que lo saqué fue con ella, iba todo acojonado. Cuando se fue y la acompañamos al aeropuerto, al volver le pedí a mis padres que me dejaran en la plaza con mis amigos. 

 ¿Cómo reaccionaron tus amigos al ver que habías empeorado? 

 Les conté todo, que había dejado de ver un montón y ya casi no veía nada. Me puse a llorar todo lo que tuve que llorar. Me apoyaron a la primera. Su respuesta fue “¿Qué más da? Tráete el patín mañana y patinamos. Al día siguiente dije: “Bueno, ¿por qué no? Me imagino todo lo que me haga falta y punto”. Hablé con mis padres, les conté que echaba de menos patinar porque es algo que había dejado de hacer, pero que me hacía sentir muy bien. Se acojonaron porque supone un poco de riesgo. Me dijeron que fuera con cuidado, con mucha precaución. Yo también tenía miedo, por supuesto. 

¿Qué sentiste al bajar de nuevo a la plaza con tu skate? 

 Nada más verme, vinieron todos a abrazarme corriendo. Mi vieja llorando que flipas. Imagínate. Primero empecé a intentar trucos básicos de suelo, ollie, saltar… ir probando. Al principio tenía cero equilibrio, iba buscando colocarme dentro de la tabla y fijarme tocando, que es algo que nunca había hecho. Trataba de hacer las vueltas, preguntando a los que estaban conmigo si daba la fuerza correctamente, midiendo, reaprendiendo, un proceso lento. Me atreví en rampa, quarters pequeños, seguí patinando y la peña flipando. En junio me animaron a saltarme un par de escaleras no muy grandes. Joder, bueno, yo me lo llevaba planteando tiempo. Me cundía hacer gaps, escaleras, pero me daba miedo. Me subí y me vi bien, porque es como un pasillito estrecho y tocaba cada extremo, me imaginaba las líneas. Hice el recorrido un par de veces y le dije a un colega que me avisara al llegar a un punto y ahí saltaba. Hicimos un montón de intentos, pero no me fiaba. Al final me lo acabé haciendo. ¡Me sentí tan vivo! Hice algo que nunca pensé que podría hacer sin ver. Gracias a mis colegas, Javi, Nahikari, Troglo… mis padres y toda esa peña. Actitud de tirar palante. Poco después viajaste a Vigo, al festival O Marisquiño. “La gente me decía: “¡qué guapo, patinas sin ver!”. Un día que ya era casi de noche, un colega me animó a saltar las escaleras de la Estrella. Lo caí y de repente mazo de gente dijo “¡‘buah’, qué ‘jevi’!” Eso fue lo que me subió más la moral en toda mi vida. Lo viví superdivertido, patinando con los chavales, la gente me decía: “¡qué guapo, patinas sin ver!”. Un día que ya era casi de noche, un colega que se llama Bribas me animó a saltar las escaleras de la Estrella. Va, va, va, me engorilé todo, pillé referencias, medí la distancia y me puse a darle. Lo caí y de repente mazo de gente dijo “¡buah, qué jevi!”. Yo no lo sabía, pero estaba casi toda la plaza llena. Fue la apoteosis. Y allí conocí a Carlos, que me propuso grabar un vídeo sobre mi vida y la experiencia que tuve y sigo teniendo. Me cunde mucho, porque hay mucha gente que tiene problemas y se complica con tonterías y teniendo en cuenta mi experiencia puede ser que le sirva de ayuda. Lo que más me gusta es patinar y tocar la guitarra y yo sigo patinando y tocando la guitarra. 

 ¿Qué métodos o trucos has desarrollado para patinar sin ver?

 He desarrollado orientación a muerte. No me puedo mover con la misma libertad y para hacer truco de suelo me muevo por la plaza. Mola porque se escucha todo un montón, me entero de si la gente viene o va. En donde patinamos sé dónde están los elementos y la gente. Para grindar en bancos y así desarrollé una técnica con el bastón un poco pegado a la punta del bordillo. No es muy cómodo pero me funciona para coger velocidad y en el momento de saltar hacia el bordillo apartar el bastón y meter el truco. Antes de empezar, hago un par de intentos probando, metiendo solo un pie y saber guay calcular la distancia. Si falla un centímetro me puedo comer una hostia bastante potente.

 ¿Qué tal te encuentras de ánimo en este momento? 

 Más motivado y con más alegría. Tengo bajones, hombre, normal. Más de un año sin ver. Pero cuando estoy bien, estoy muy bien. Siempre procuro estar animado y estar con mis amigos y procuro no pensar en lo malo porque no vale de nada, literalmente. Fui a Munich para ver si entraba en un ensayo clínico que te hacen una inyección en los ojos de un virus con un gen que es el que a mí me falla. Pero al final no me pillaron. Conocí a un tío que entró y nota mejoría, así que tengo esperanzas de mejorar al menos un mínimo. Además de en la ONCE, me metí también en la Asociación Atrofia del Nervio Óptico de Léber (ASANOL). Eso me subió mucho más la moral. Me quedaba algo por rellenar. Conocer gente de mi edad con mis dificultades y todo ese rollo. Eso me ayudó un montón. 

¿Conoces a otros skaters ciegos como tú? 

 Sé de un chaval de Estados Unidos que se quedó ciego muy de pequeño, a los dos años. Ojalá algún día pueda hablar con él. Como está tan lejos no sé si se dará el caso. Es asombrosa la energía que desprendes al contar tu historia. No sé, a veces tengo la sensación de que tuve que perder la vista para darme cuenta de quien soy y qué es lo que quiero hacer. La gente a veces tiene problemas y se cree que es el fin del mundo , pero no sé, en el fondo se puede salir de esos problemas. Todo tiene solución en la vida. Yo patinaba, me quedé ciego y sigo patinando. Igual no lo haces tan bien como antes, está claro, pero lo puedes hacer y dejar a la gente flipando.