sábado, 6 de febrero de 2016

ACOSO ESCOLAR

«Me pegaban, me quitaban el bocadillo, me decían que olía mal...»

Uno de cada diez niños sufre acoso escolar «de alta intensidad». «El chaval que sufre bullying camina encogido, se cubre con la capucha, mira al suelo, no ocupa espacio...», alertan los psicólogos, que sitúan en los 10 años la edad más vulnerable.



«Cuando tenía 8 o 9 años empezaron los insultos y los golpes. Me pegaban en el patio, en el pasillo... donde les pillara. Una mañana, después de la clase de gimnasia, cogieron el rollo de papel higiénico, lo empaparon para hacer bolas grandes y me las tiraron. Yo me escondí en uno de los váteres pero como por la parte de arriba están abiertos se subieron y siguieron lanzándome bolas. A la hora del recreo me quedaba sola en una esquina pero me acorralaban y yo no sabía qué hacer, estaba como en shock, así que aprovechaban para quitarme el bocadillo y tirarlo al suelo. Me llamaban fea, me decían que vestía muy mal, que olía mal... De tantas veces que me han dicho fea, hasta me lo he creído. Yo misma lo digo».


A Yaiza le ha costado cuatro años (tiene 13) contarlo sin echarse a llorar. Antes se le caían «lagrimones» y corría a refugiarse a su cuarto para no tener que dar explicaciones. «No dije nada en casa pero mis primas se dieron cuenta en el colegio y se lo contaron a mi madre». La adolescente relata su calvario en 'La voz del silencio', un programa semanal contra el bullying que está colgado en la web de la Asociación No al Acoso Escolar (www.noalacoso.org).


Edgar (14 años) le toca un brazo porque a Yaiza se le quiebra un poco la voz y luego le toma el relevo: «Era distinto a los demás, no me gustaba el fútbol, así que los niños me dejaban aparte. Siempre estaba solo en el colegio, me sentía un bicho raro. Nunca me pegaron pero sufrí acoso psicológico». También Joel (14): «Me decían que era rarito, como llevaba el pelo un poco largo se reían. Había una niña en clase que era como yo, nos entendíamos y estábamos juntos todo el rato que podíamos. Ella era mi espacio seguro».


Yaiza, Edgar y Joel ponen cara al bullying, el acoso escolar al que se puso nombre en inglés hace unos años, aunque los psicólogos prefieren llamarlo 'acoso entre iguales' para no «estigmatizar la escuela». «El punto de inflexión fue el suicidio de Jokin, el adolescente de Hondarribia que se arrojó de madrugada desde una muralla en septiembre de 2004. Además de mediadores del conocimiento los profesores tenemos que dedicar tiempo a mirar a la cara y al corazón a los niños», hace autocrítica José Antonio Luengo, orientador en un instituto de Secundaria y, durante diez años, secretario general del Defensor del Menor de Madrid.


Dice que basta con mirarles cómo caminan. «El niño acosado anda encogido, se cubre con la capucha, mira hacia abajo, lleva los ojos tristes...». Javier Pérez, psicólogo y presidente de la Asociación No al Acoso Escolar, habla de ‘Las tres c’ para detectar el acoso: «Cambios, cuerpo y campana. Los cambios más habituales son que empieza a traer peores notas, golpes visibles, la mochila manchada... El cuerpo quiere decir que camina como comprimido, ocupando poco espacio y lo de la 'campaña' es porque en Cataluña se llama así a las pellas, a las piras, al absentismo escolar».


Diego (11 años) tampoco quería ir a clase. Antes de tirarse desde su casa, un quinto piso en Leganés (Madrid), dejó una nota a sus padres: «Papá, mamá, espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir». El juzgado de Instrucción 1 de Leganés (Madrid) archivó la causa en diciembre «al no poder determinarse que hubiera habido intermediación de terceros en la muerte del pequeño». Los padres presentaron un recurso para reabrir el caso y lo han conseguido.


Según las estadísticas, uno de cada cuatro alumnos en España sufre acoso escolar de mayor o menor intensidad, una cifra cuestionada por algunos profesionales. Sobre lo que hay consenso absoluto es acerca el porcentaje de los que sufren «acoso de alta intensidad»: en torno al 10%. «Estamos hablando de 200.000 niños», alerta Javier Pérez, que asegura que los casos más numerosos se dan entre alumnos de 10 u 11 años. «Es la preadolescencia, una etapa evolutiva en la que empiezan a formarse los grupos de amigos. En Secundaria, entre los 12 y los 16 años, cuantitativamente hay menos episodios pero son más visibles. En Primaria el acoso se traduce en insultos, empujones, patadas a la mochila... pero en el instituto se sofistica y hasta se graban las palizas. También estamos detectando algunos casos entre críos de 4 ó 5 años. Lo llamamos 'Es mío' porque se traduce en que un niño somete a otro, le hace jugar cuando él quiere, comer cuando él manda...».


En su asociación, que fundó Aurora, una «madre coraje» cuya hija sufrió acoso y ahora es una joven que acaba de terminar Psicología, han empezado una campaña de crowfunding para poder poner en marcha un servicio telefónico de atención a los chavales durante doce horas diarias. «Ahora mismo tengo 180 llamadas pendientes de atender». Están desbordados e impresionados por lo que escuchan al otro lado del teléfono: «Unos niños de 8 años orinaban en un vaso y le obligaban a bebérselo a otro compañero. Y a un alumno de un instituto de Extremadura le han dejado tuerto después de un 'gomazo'. Estuvo tres meses sin moverse en la cama, pero no le han podido salvar el ojo. ¿Y qué dice el director del centro? Pues que no pueden garantizar su seguridad».


No hay comentarios:

Publicar un comentario