jueves, 29 de septiembre de 2016

¿DEBERÍAMOS ENSEÑAR AMISTAD EN LAS ESCUELAS?

¿Deberíamos enseñar amistad en las escuelas? Aprender a hacer las paces, tan importante como la tabla del 3

 Las peleas entre niños afectan a su aprendizaje y desarrollo emocional



La amistad tiene un papel fundamental a lo largo de nuestra vida, y es motivo de alegrías y de tristezas. En ocasiones resulta doloroso ver cómo una relación entre dos o más personas llega a su fin, pero la mayoría de ellas perduran y proporcionan dosis ingentes de satisfacción. Dan Gilbert, profesor de psicología en la Universidad de Harvard, está convencido de que pasar tiempo de calidad con la familia y los amigos es el único camino hacia la felicidad. Hacerlo supone relacionarse de manera emocional y social con otra gente, y eso repercute de manera directa en la salud mental. También aporta las competencias necesarias a la hora de enfrentarse al día a día.

 Durante la infancia, sobre todo dentro del ámbito escolar, los niños aprenden a desarrollarse como seres humanos libres y competentes. “Es en este espacio donde se puede fomentar el respeto a uno mismo y a las personas con las que pasamos tiempo, convivimos y nos relacionamos”, aclara la psicóloga Isabel García, responsable de la clínica Positiva Apoyo Psicológico. Estos vínculos son vitales a la hora de intervenir en el proceso de madurez de una persona. Lo explica Rosa Rodríguez, presidenta del Col·legi de Pedagogs de Catalunya: “La escuela es un contexto donde los niños aprenden a relacionarse con los demás, especialmente con sus iguales, a conocer sus límites y los de sus compañeros, y a regular su comportamiento en función del que tiene el otro. Con su grupo de amigos adquieren la noción de semejanza y diferencia”. 

 En este sentido, la amistad tiene un papel pedagógico destacado, porque proporciona un contexto diferente del de la familia y la escuela. “Se establece una relación entre iguales con los que el niño experimenta, interactúa, compara, descubre... sin adultos de por medio. Con todo, es necesario que el entorno familiar y escolar les facilite herramientas y habilidades para gestionarlas”, cuenta Rosa Rodríguez. Aun así, no es este el único lugar en el que los niños pueden establecer vínculos. “Los pequeños hacen amigos con más facilidad que los adultos en cualquier ámbito en el que interactúan. Sin embargo, en las escuelas se fortalecen estos lazos, tanto en las horas lectivas como en el tiempo de recreo. Pero esto solo es posible si las metodologías pedagógicas que se emplean permiten que el alumnado se comunique durante su proceso de aprendizaje”, continúa. 

 En el recreo se aprende 

 Una de las autoras del estudio Una pedagogía de la amistad, Caron Carter, asegura que en la guardería los párvulos establecen relaciones de amistad a través del juego. Esta teoría la suscribe Isabel García: “Así es como los pequeños comienzan a establecer relaciones con sus semejantes, con el mundo, consigo mismos... Cuando son menores, por lo general, están más inmersos en sí mismos, aunque interaccionen con otros niños, pero a partir de los 4 o 5 años comienzan a hacerlo de manera diferente, y surgen las primeras uniones”. 

 Con las amistades infantiles, se ponen en práctica las primeras habilidades sociales. Lo aclara la psicóloga: “Jugar implica comunicarse, cooperar y resolver problemas. Los niños aprenden a controlar sus emociones y a tener en cuenta las de los otros. Estas actividades también los preparan para negociar y enfrentarse a situaciones diversas”. “El juego les enseña a respetar los turnos, a trabajar en equipo y a ser tolerantes”, añade la pedagoga, quien aclara que ese ocio, eso sí, debe regirse por las reglas de los niños y no de los adultos, para que los menores asuman riesgos y desafíos. 

 Las peleas entre niños importan 

 En ocasiones los adultos restan importancia a las relaciones de amistad entre los pequeños, y no son capaces de imaginar el efecto emocional que un cabreo supone para ellos. “Normalmente, pensamos que son tonterías, pero para este tipo de desencuentros son un problema. Y eso se percibe en el aula; si están pensando en la pelea que han tenido, estarán preocupados y no podrán concentrarse”, resuelve Carter. La clave está en otorgarles la oportunidad de contar cómo se sienten en todo momento. “El mensaje que tenemos que hacerles llegar es que siempre tenemos en cuenta su punto de vista”, considera la psicóloga. Y que consideramos sus amistades como un asunto de vital importancia. 

 Para lograrlo, el niño debe de ser quien gestione sus vínculos personales. “Durante la infancia y la adolescencia, estas relaciones son una necesidad para su desarrollo psicosocial y educativo, donde se generan lazos de reciprocidad de diferente índole según su etapa evolutiva”, asegura Rosa Rodríguez. Hay que cambiar el chip y empezar a pensar en el niño como un ser humano pleno. “El adulto ha de considerar sus emociones, pensamientos y sueños para que pueda construir y fortalecer su personalidad y adquirir autonomía en la toma de decisiones”, continúa. Aun así, la figura del cuidador debe estar presente para proporcionar apoyo y base educativa, según la experta. 

 Asimismo, el aula debe ser un lugar en donde los menores se sientan protegidos y en el que se ponga en práctica el respeto entre iguales. “Los niños se sienten seguros social y emocionalmente si tienen amigos”, asegura Carter. Rodríguez va más allá: “La incorporación de la educación emocional en el aula es o tendría que ser imprescindible para trabajar las emociones, los sentimientos negativos y los positivos, así como para comprender los estados de ánimo y desarrollar la empatía”. Los conflictos son inherentes en el ser humano, por lo que los críos han de aprender a gestionarlos. ¿Qué tal una asignatura donde se les invite a debatir entre ellos los problemas que han tenido durante la semana? 

Un estudio publicado por el centro para la investigación económica CERP asegura que los afectos que se generan durante la escuela son fuertes y persistentes a lo largo del tiempo. Además, suponen un gran apoyo a la hora de enfrentarse a los retos académicos. “Los individuos son más propensos a trabajar duro y a matricularse en la Universidad si esta opción es popular entre su círculo, especialmente en los últimos años de la escuela”. Isabel García lo desarrolla: “Los mayores problemas de rendimiento los generan los problemas emocionales. Si el niño está mal, no tendrá capacidad para concentrarse, ni motivarse, y mucho menos integrar la información que de otra forma quizá incluso le interesaría”. El cerebro del niño necesita raudales de amistad.

LA COLMENA CENSURADA: LAS PÁGINAS MALDITAS DE CELA

La edición conmemorativa del centenario del escritor incluye los pasajes suprimidos por los funcionarios franquistas. El propio Cela ejerció de censor en 1943



Se llama Historia incompleta de unas páginas zarandeadas y resulta indispensable para entender esta paradoja: la de un magno escritor atrapado por el pasado. Pero eso es anécdota, es cierto: lo importante es el escritor y su obra, merecedora de un premio Nobel en 1989, lo demás es historia, y la historia –por cruel o divertida que fuera- es anécdota elevada a letras de molde en los grandes tochos. Así que Camilo José Cela (Padrón, La Coruña, 1916-Madrid, 2002) explicó en esas cuatro notas tumbabierta y geniales escritas el Día de Difuntos de 1965 en Palma de Mallorca los avatares a los que fue sometida la que para muchos (para él no, prefería La familia de Pascual Duarte) fue y es su obra maestra, La colmena. 

 Ahora, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de Lengua Española, en colaboración con la editorial Alfaguara, se incorporan a la epopeya vivida desde su génesis por esta novela y ponen en circulación la edición conmemorativa del centenario del nacimiento del escritor. ¿Su valor? Son, sobre todo, dos valores: el primero, volver a reencontrarse con aquella “novela reloj” en palabras de su autor, testimonio de un mundo detenido sin héroe pero con héroes: el de la posguerra. Y ya estaría amortizada esta edición si a algún lector de menos de 30 años le diera por hacerse con ella (13,90 euros, un precio nimio para una edición así) y adentrarse lentamente en el espejo amargo de lo que fue este país cuando aún era aquel país. 

 El segundo valor, que si nos atenemos a la actualidad editorial y a los destellos conmemorativos del año del centenario sería el primero, es el de esas “páginas vilipendiadas” (Camilo José Cela Conde, hijo del escritor) que la censura franquista tachó con tinta y con saña como tachaba todo aquello que molestaba, que era casi todo, un asunto de probas plumas funcionarias y rancias sotanas al servicio del dictador. Esas páginas malditas vienen incluidas en la nueva edición como un apéndice bajo el título La colmena inédita. Transcripción fragmentaria del manuscrito de La colmena. Caminos inciertos. Es el resultado del manuscrito que Cela cedió en su día al hispanista francés Noël Solomon y que la hija de este legó en 2014 a la Biblioteca Nacional de España. 

 Hay que recordar que Caminos inciertos era el proyecto no cumplido de una gran novela de unas mil páginas que en un principio habían contemplado Cela y el editor barcelonés Carlos F. Maristany y que se componía de los libros La colmena, La cesta de agua, Un niño vaga por los caminos inciertos y El puente.

 Los guardianes de la pureza destrozaron La colmena original, que Cela había presentado a censura previa el 7 de enero de 1946. Siete meses antes, el 28 de junio de 1945 y durante un acto en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, el escritor había leído en público los dos primeros capítulos de su novelón. Los mentideros literarios y los otros ya sabían, pues, de aquel libro, “un pálido reflejo, una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad” (Camilo José Cela en el primer prólogo de La colmena). Eso no importó a los censores, que por boca del mismísimo Leopoldo Panero, insigne poeta e insigne falangista, escribió en su informe: “Novela realista del Madrid coetáneo con descripciones crudas del bajo ambiente social. La obra tiene considerable color literario y podría autorizarse con tachaduras en las páginas 9, 10, 50, 52, 53, 86 y 87”. O sea, al pilón.  

Cela lograría editar la novela en Argentina en 1951 –Editorial Emecé, no sin antes vérselas también con los censores peronistas- y hubieron de pasar otros 12 años hasta que en 1963 el entonces ministro de Información y Turismo del gobierno de Franco, Manuel Fraga Iribarne, autorizó su edición en España. 

 Si se presta oídos al pálpito del propio hijo del escritor y de expertos como el catedrático Adolfo Sotelo, Cela pudo presentar en 1946 a censura algunos párrafos siendo consciente de que, a ojos del Régimen, serían leídos como auténticas burradas, sobre todo los pasajes relativos a prostitución, lesbianismo y algunas alusiones al Movimiento Nacional: cebos encaminados a que los censores se parasen y se cebasen con ellos dejando así pasar otras cosas más sutiles y quizá más dañinas. “Pero esto es una mera especulación”, ha asegurado Camilo José Cela Conde durante la presentación de la Edición Conmemorativa en la Real Academia Española.

Los guardianes de la pureza destrozaron La colmena original, que Cela había presentado a censura previa el 7 de enero de 1946. Siete meses antes, el 28 de junio de 1945 y durante un acto en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, el escritor había leído en público los dos primeros capítulos de su novelón. Los mentideros literarios y los otros ya sabían, pues, de aquel libro, “un pálido reflejo, una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad” (Camilo José Cela en el primer prólogo de La colmena). Eso no importó a los censores, que por boca del mismísimo Leopoldo Panero, insigne poeta e insigne falangista, escribió en su informe: “Novela realista del Madrid coetáneo con descripciones crudas del bajo ambiente social. La obra tiene considerable color literario y podría autorizarse con tachaduras en las páginas 9, 10, 50, 52, 53, 86 y 87”. O sea, al pilón. Cela lograría editar la novela en Argentina en 1951 –Editorial Emecé, no sin antes vérselas también con los censores peronistas- y hubieron de pasar otros 12 años hasta que en 1963 el entonces ministro de Información y Turismo del gobierno de Franco, Manuel Fraga Iribarne, autorizó su edición en España. Si se presta oídos al pálpito del propio hijo del escritor y de expertos como el catedrático Adolfo Sotelo, Cela pudo presentar en 1946 a censura algunos párrafos siendo consciente de que, a ojos del Régimen, serían leídos como auténticas burradas, sobre todo los pasajes relativos a prostitución, lesbianismo y algunas alusiones al Movimiento Nacional: cebos encaminados a que los censores se parasen y se cebasen con ellos dejando así pasar otras cosas más sutiles y quizá más dañinas. “Pero esto es una mera especulación”, ha asegurado Camilo José Cela Conde durante la presentación de la Edición Conmemorativa en la Real Academia Española.

ESCRIBIR NO SIRVE SI NO SE LLEGA A LA VERDAD

Annie Ernaux: “Escribir no sirve si no se llega al fondo de la verdad” 

La escritora francesa publica 'Memoria de chica', obra en la que reconstruye el verano en el que perdió la virginidad en la Francia puritana de 1958



A punto de cumplir 18 años, Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 1940) se alejó por primera vez de sus padres, modestos tenderos normandos, para trabajar como monitora en un campamento. Nunca ha dejado de pensar en aquel verano, porque en él aconteció una de las experiencias más cruciales de su vida: nada más llegar, perdió la virginidad. Vivió su primer amor y su primer rechazo. Y terminó lanzándose a los brazos de otros chicos, por lo que fue tratada “como una puta”, entre otras vejaciones. La leyenda corrió como la pólvora. Hasta tal punto que, el verano siguiente, el campamento prefirió no renovar su contrato. 

 Ernaux intenta recordar ahora quién fue aquella joven miope y de larga melena, y por qué quedó tan marcada por ese episodio en una Francia que seguía considerando sagrada la castidad. Dice que escribió Memoria de chica (Cabaret Voltaire) como si fuera una investigación sobre sí misma, basándose en un puñado de fotos, cartas de la época y búsquedas en Internet. Y, por encima de todo, en un arma tan infalible como el recuerdo. El libro ha sido uno de los superventas del año en Francia, donde la autora de Los armarios vacíos y Los años es reivindicada como un modelo a seguir por los escritores que buscan una tercera vía entre realidad y ficción, desde Emmanuel Carrère hasta Virginie Despentes. 

 PREGUNTA. Ya escribió un primer libro sobre esta experiencia en 1977, Ceux qu’ils disent ou rien. ¿Por qué necesitaba volver a relatar estos hechos? 

 RESPUESTA. Aquella vez me censuré a mí misma. Sentía que aquel libro no era bueno, porque no había logrado alcanzar la verdad. Y escribir no sirve de nada si no se llega hasta el fondo de una determinada verdad. En este caso, aspiraba a contar qué se siente al descubrir el cuerpo del otro y olvidar lo que sentíamos antes de perder la inocencia. 

 P. ¿Calificaría los hechos que describe el libro como un trauma?

 R. Nunca he utilizado esa palabra. No me parece lo suficientemente precisa. En la noche en que perdí mi virginidad, sentí una gran incomprensión y una estupefacción, seguida de cierto sentimiento de orgullo. Llamar trauma a un proceso tan complejo me parece reductor. Lo que generó fue un gran sentimiento de vergüenza, que es el terruño de mi escritura. Hasta algún tiempo después, no entendí que era una estigmatización que concernía a todas las mujeres, y no solo a mí. 

 P. Fue al leer a Simone de Beauvoir el año siguiente cuando entendió que no era solo un problema individual, sino colectivo. Y, como tal, político.

 R. Descubrir El segundo sexo me hizo comprender que existía una injusticia global, pero no me dio los medios para sentirme liberada. La mayoría de mujeres de mi generación no tenía la misma experiencia sexual que había tenido yo. Les fascinaba la libertad de Brigitte Bardot en Y Dios creó la mujer, pero estaban muy lejos de lo que encarnaba aquel personaje. Yo, en cambio, no estaba tan lejos de Bardot, y sabía que esa libertad sexual se pagaba muy caro. 

P. Sus libros suelen partir de lo vivido, aunque no los califica como autobiográficos. Prefiere llamarlos “sociobiográficos”. 

 R. Me refiero a que siempre tengo en cuenta el contexto, la historia cultural e incluso la sociología. Las autobiografías parten de uno mismo y se limitan a dejar el contexto histórico en el fondo. Yo aspiro más bien a inscribirme a mí misma en ese paisaje, como si fuera una figura más. Sé más cosas sobre esa chica que sobre otra cualquiera, pero eso no significa que la considere más importante. 

P. En un momento de su trayectoria se produce un fuerte rechazo de la ficción. ¿Por qué motivo? 

R. Fue cuando escribí El lugar (1983), a partir de la muerte de mi padre. Utilizar la ficción me pareció una especie de traición. Sentí que no tenía derecho a transformar su experiencia real en una novela. Su fallecimiento fue brutal. Murió cuando yo tenía 26 años, me había casado con un hombre de otra clase social y me había distanciado del núcleo familiar. Con su muerte, despertó mi conciencia de clase, que hasta entonces siempre había logrado reprimir… 

 P. ¿En qué sentido?

 R. Desde mi adolescencia, había reprimido todo lo que no me gustaba de mi familia. Por ejemplo, que no éramos intelectuales, sino proletarios. Nunca me reconcilié del todo con el mundo de mi padre, ni tampoco con él. No por haber escrito ese libro se solucionó el problema, aunque era lo mejor que podía hacer. Pero era mejor que limitarme a olvidar. Creo que El lugar es el libro del que estoy más orgullosa, a título individual y colectivo. Mucha gente que vivió ese mismo luto [al cambiar de clase social] se dijo que no estaba sola, puede que por primera vez… 

 P. Algunos de sus libros proponen un reverso a géneros clásicamente masculinos. Por ejemplo, Memoria de chica es una variación en femenino del tradicional relato de iniciación. 

R. Esos relatos masculinos suelen ser novelescos y cautivadores, pero también algo fantasiosos, mientras que yo siempre me pongo del lado de la realidad. Terminé cambiando de opinión, pero durante mucho tiempo creí que las mujeres eran superiores a los hombres. Ellos me parecían seres débiles. El único hombre que tuve alrededor fue mi padre, que fue bastante blando, según la óptica clásicamente ­masculina. Fue un hombre amable y de formas dulces, en una época en que ese no era el patrón a seguir. Y ahora tampoco lo es, pero el modelo de dominación ha evolucionado en el buen sentido. Por ejemplo, en mis hijos no detecto el modelo de masculinidad de su padre, y aún menos el de su abuelo paterno… 

 P. Pertenece a la generación literaria que nació durante o justo después de la Segunda Guerra Mundial, la de Patrick Modiano, Jean Echenoz o Lydie Salvayre. ¿Qué cree que tienen en común? 

R. Tal vez nuestra relación con la memoria. Tiene que ver con haber crecido en los cincuenta y ser portadores de una memoria determinada. Yo procedo de un rincón de Normandía que fue seriamente bombardeado. Crecí junto a una población que vivió el éxodo, las restricciones y la reconstrucción. Cada generación lleva consigo una historia interior, y la nuestra está definida por el hecho de crecer en un momento marcado por la voluntad de olvidar, de pasar página y barrerlo todo bajo la alfombra. 

P. En el libro aparece una larga galería de personajes odiosos y crueles. ¿Considera que Francia es un país mezquino? 

 R. En Francia existe un abismo entre las grandes declaraciones de generosidad y lo que somos en realidad. Nos encanta considerarnos un lugar con una gran apertura de miras. Ya sabe, la patria de los derechos humanos, del laicismo y la revolución. Pero habría que ver dónde está esa apertura en las manifestaciones contra el matrimonio homosexual o la reciente polémica del burkini, que nos ha convertido en el hazmerreír del mundo. Enfrentarme a esos personajes no me volvió más cínica, pero sí más lúcida. Y ya sabe lo que decía René Char: “La lucidez es la herida más cercana al sol”. 

• Memoria de chica. Annie Ernaux. Traducción de Lydia Vázquez Jiménez. Cabaret Voltaire. Barcelona, 2016. 208 páginas. 18 euros.

PREMIO ANAGRAMA DE ENSAYO

José Luis Pardo gana el Anagrama de ensayo con una disección del “estado del malestar” 

El mexicano Luciano Concheira, finalista con un análisis sobre el impacto de la aceleración en la vida cotidiana



Yendo bien las cosas, la crisis económica, despojando a los ciudadanos de un notable bienestar material, los ha sumido solo en la miseria, una miseria moral cuando el estado del bienestar jurídico ha aguantado. Pero, en general, a esa pobreza más o menos digna se ha añadido también el deterioro de lo institucional, una pobreza política que suma a la miseria física la moral. Eso es lo que el filósofo madrileño José Luis Pardo llama el actual “estado del malestar” y que es el lacerante eje de su libro Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas, con el que ha ganado el 44 premio Anagrama de ensayo, dotado con 8.000 euros. El retrato de estos convulsos tiempos no sería completo sin el análisis del otro gran rasgo que marca hoy la vida cotidiana, la aceleración, también física y moral. Y eso es lo que disecciona el filósofo mexicano Luciano Concheiro (Ciudad de México, 1992) en Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante, con la que ha quedado finalista. Ambos libros se publicarán en noviembre. 

 Atento siempre al trasunto filosófico de la vida cotidiana, lo que explica que imparta una asignatura como Corrientes actuales de la filosofía en la Universidad Complutense, Pardo (Madrid 1954) cree que esa doble pobreza, material y política, que ha nacido con la última crisis económica puede acabar dinamitando el famoso contrato social rousseauniano, que garantizaba al individuo ese Estado de Derecho que asegura las libertades para la convivencia. El libro se plantea como una argumentada advertencia de quien ya fue Premio Nacional de Ensayo en 2005 por La regla del juego ante el malestar que se vive hoy en buena parte de las sociedades occidentales y lo que les aguarda de seguirse en esta situación.

 “El malestar es ese estado en el que hay un rencor social, donde pensamos que estamos rodeados por una pandilla de ladrones que nos quieren quitar lo que es nuestro, donde buscamos enemigos donde sea, llámense polacos inmigrantes que nos quitan el trabajo o Fondo Monetario Internacional”, alerta Pardo, que lamenta que esa incomodidad social sea un negocio político: “Sólo se escucha quién lo va a capitalizar, no quién lo va a arreglar”, resume.

 No es la primera vez que Pardo reflexiona sobre este malestar, del que ya alertó en 2007, cuando nadie hablaba de ello, en su Esto no es música. Introducción al malestar en la cultura de masas. "La crisis económica lo ha hecho aflorar pero en los años 90 ya había un discursos que hizo de antesala: el de que se había de acabar con el Estado del Bienestar en función de una sociedad mejor construida desde la postmodernidad y la globalización; fue esa corriente la que se ha cargado, por ejemplo, la universidad, destruyendo casi toda su intelectualidad en ella… Y encima querían que los pensadores lo defendiéramos, que fuéramos al infierno cantando”.

 Activo siempre, introduciendo la filosofía y sus principales espadachines (Aristóteles, Platón, Kant, Benjamin...) en el debate de la rabiosa actualidad (desde el desastre de Germanwings a las decapitaciones del ISIS), no duda en abordar la corrupción, como en el libro estudia desde la revolución iraní al 11-M: “Es un discurso altamente demagógico el de la corrupción, pero no deja de ser un problema social que tenemos al nuestro lado mismo, con ese vecino que deja la bolsa de basura en plena calle y no en el contenedor: la moralidad pública en España es baja y eso se refleja en la esfera política; si no se aumenta el estándar de moralidad en la propia sociedad, esa moralidad no puede subir hasta el Estado”. 

 Estudios del malestar apunta a un nuevo toque de alerta de este reconocido filósofo, colaborador habitual de EL PAIS y fino analista de la sociedad actual, como ha demostrado en sus más de una veintena de títulos, trayectoria ensayística que empezó precisamente en Anagrama, donde publicó su primer libro, Transversales (1977). Especialista en la obra de Gilles Deleuze y traductor también de pensadores como Guy Debord o Giorgio Agamben, Pardo va construyendo un friso filosófico sobre el presente que refleja en títulos como Nunca fue tan hermosa la basura o Estética de lo peor.

 Con esa perspectiva, no cree que la situación de colapso moral actual sea comparable con la que fue la antesala de la Primera Guerra Mundial, si bien sí hay una coincidencia de fracaso en la transmisión de unos valores. “La herencia de la generación anterior no sirvió a la de los europeos que fueron al campo de batalla: lo que allí vieron e hicieron les dejó mudos: fueron con carros a la escuela y volvieron de un conflicto subidos en los primeros tanques; la experiencia anterior no les servía para explicarse esa hecatombe; hoy, la generación que construyó la hazaña del bienestar jurídico y político no ha podido tampoco traspasar esa herencia, y ese bienestar muta en malestar; es una experiencia obsoleta que no sirve para los estándares del mundo actual”. 

 En esa línea entiende Pardo la polémica sobre el legado de la llamada Cultura de la Transición. “Es cierto que tiene un punto de mito pegajoso, sentimentaloide, pero la generación de la postguerra sí supo y pudo transmitir a la que forjó la Transición que bajo ningún concepto se podía repetir la experiencia de la guerra; y estos últimos han tenido más dificultades para traspasar esa filosofía del Estado del Bienestar; en los años 90 se abrió una brecha en el viejo consenso de 1978 y ahora tenemos quienes quieren intentar cerrarla y reconstruir el contrato social y lo que desean abrir al máximo esa brecha para que todo sea una cosa totalmente diferente ”. 

 En su estudio, Pardo asegura que ha detectado “cierta nostalgia de las vías directas, esa tentación de alcanzar el poder eludiendo los procesos democráticos”, lo que ejemplifica en el resurgir de pensadores como Carl Schmitt (“un filósofo de la guerra y de la política entendida como continuación de la guerra”), o de Ernesto Laclau, unos de los padres del populismo (“una especie de gran asesor de viejos partidos desgastados para que puedan volver a tener clientela”). Tampoco se escapa a su mirada el arte y sus vanguardias: “Se ha abolido la diferencia entre arte y vida; estamos en aquello de Walter Benjamin de la politización del arte o la estetización de la política; no sé cuál es peor: uno lo justificó el estalinismo; lo otro es un llamamiento a lo emotivo, que es la esencia de la demagogia”. 

La sensación de que el estado del malestar descrito por Pardo es aún más delirante lo provoca una aceleración de los tiempos como no se había visto antes en la historia de la humanidad. Esa es la tesis del trabajo de Concheiro, finalista de entre las 139 obras que este año se presentaron al premio Anagrama de ensayo, 31 más que el año pasado. Profesor también de Filosofía, en este caso en la Universidad Nacional Autónoma de México, el asimismo traductor de Slavoj Zizek no deja resquicios por donde rastrear los males que crea esa la aceleración. Así, el jovencísimo pensador disecciona desde su dimensión económica (la obsolescencia programada, el consumo frenético orquestado por las grandes compañías) a la política (decisiones rápidas frente a deliberación; destrucción del contrincante en vez de debate ideológico…), pasando por la social (consumo de tranquilizantes, volatilidad de las relaciones, precariedad laboral…). Ante la constatación de que la prisa está despojando el sentido a la vida, Concheiro propone una resistencia tangencial, una filosofía de la desaceleración, de gozar del instante, que basa en las enseñanzas de pensadores y artistas como Gaston Bachelard, Duchamp o Gabriel Orozco. Todo por frenar el (acelerado) estado del malestar que denuncia Pardo.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

LAS VOCES DE UNA FAMILIA

Descubrir las notas personales de Donoso llevó a su hija a escribir un libro estremecedor. Dos años después se suicidó



Ocurre a veces. Hay personas que organizan de tal modo su vida que para los otros es un misterio, un interrogante siempre abierto. ¿Quién lo hubiera dicho de José Donoso Yáñez? ¿Quién podía pensar que aquella estructura, más o menos convencional, de un matrimonio con una hija generaría una novela familiar, al estilo de la surgida en torno a Thomas Mann? Nos quedan muchos cabos por atar todavía, pero en todo caso esta historia podría arrancar con la tradición memorialística que parte de la figura de Eliodoro Yáñez, una referencia imprescindible en la historia de Chile y a la que Donoso haría valiosas contribuciones. En primer lugar, con un ensayo, Historia personal del boom (Anagrama, 1972; Seix Barral, 1983, y Alfaguara, 1999), donde el escritor, incómodo ante el fenómeno del boom de la novela hispanoamericana del que se sentía marginado, profundizaba en su significado, recorría sus principales aportaciones en su triple condición de lector, autor y amigo, sosteniendo, finalmente, a los cuatro vientos que el boom era una operación comercial detrás de la cual no había ninguna intención unitaria, sino unos pobres y excepcionales diablos luchando con todas sus fuerzas contra el subdesarrollo editorial y crítico. 

Aquel ensayo cargado de subjetividad puso de manifiesto la necesidad de Donoso de llamar la atención sobre sí mismo: él venía a ser la otra cara del boom, la de los que habían quedado lejos de sus radiaciones, pero eran capaces de escribir sobre ellas de primera mano. En la edición de 1983, el libro incluía un apéndice de la esposa de Donoso, María Pilar Donoso (“Donoso es mejor apellido que Serrano”), titulado ‘El boom doméstico’, un texto confeccionado a base de recuerdos: los escritores del boom eran amigos entrañables de la pareja y no solo menciona algunas anécdotas curiosas vividas en Barcelona y Calaceite, sino que esboza un ajustado retrato psicológico de aquel grupo desigual y magnífico.

 Es evidente que Pilar Donoso no tenía intención de quedar fuera de aquel poderoso foco y en 1987 publicaría sus memorias, Los de entonces (Seix Barral, 1987), en cuyo prólogo advertía que el texto era solo una parte de lo que tenía que decir: “Para ella [su hija, Pilarcita] guardo un legado que completará un día estos recuerdos: Lo que mamá no pudo contar, para que lo publique cuando nosotros, los de entonces, seamos los que fueron”. Se refería, según hemos sabido después, a sus diarios, depositados en Princeton junto a parte de los diarios del escritor, y su lectura, la de ambos, causó en Pilar Donoso Serrano una gran impresión. Hasta el punto de desviar su inicial interés por escribir una biografía de su padre y decidirse por un libro autobiográfico escrito a tumba abierta, Correr el tupido velo (Alfaguara, 2009). 

Pero la mujer que decía a sus más íntimos “no sé vivir” no podía leer aquellos diarios sin quedar hondamente perturbada (se suicidó en noviembre de 2011). Pilarcita (para distinguirla de su madre) había sido adoptada por el matrimonio Donoso en Madrid, en 1967, al poco de nacer. Es probable que acudiera a la lectura de los diarios de sus progenitores en busca de alguna explicación —¿quiénes eran sus padres biológicos?, ¿qué pasó para que a los tres meses la dieran en adopción?, ¿cómo fue aquel proceso tan silenciado por todos?—, pero se encontró con dos seres que volcaban en sus respectivas escrituras sus frustraciones, el distanciamiento mutuo, su deambular inseguro por muchos lugares, el afán por vivir una vida distinguida y, sobre todo, los recelos de ambos hacia su hija. 

También su padre se había preguntado ¿quién soy yo? en Conjeturas sobre la memoria de mi tribu (Alfaguara, 1996), recuperación fragmentaria de su propio pasado familiar. En todo caso, nada en Los de entonces, escrita a raíz del matrimonio de Pilarcita —“se fue nuestra hija”—, hacía pensar en el carácter amargo y alcoholizado de su autora y tampoco en el inmenso egocentrismo del novelista, decidido, como su esposa, a dejar en unos archivos universitarios la constancia escrita de su verdad: “Que lo que quede aquí sea la verdad, y esta carne viva mía que son mis diarios me sobreviva además de las fantasías de mis libros”. Allí pues, entre Iowa y Princeton, está esa verdad. Ahora, con la publicación de una selección de los primeros diarios de Donoso (hecha sin el menor rigor filológico a partir de los cuadernos depositados en Iowa), sigue creciendo el espacio textual y biográfico de una familia que no consiguió encontrar su lugar y está escribiendo póstumamente una grandísima novela.

UN CÓMIC PARA TOCAR

Shapereader es un lenguaje creado por Ilan Manouach que acerca los tebeos a las personas con discapacidad visual




Las onomatopeyas tienen forma. ¿Alguien duda de cómo ser representaría un ¡boom!, o un ¡shhh! en un cómic? Las líneas que acompañan a estas palabras llevan siendo las mismas durante décadas, igual que las que expresan que un personaje está, por ejemplo, temblando. Si se construye esa forma para que se pueda tocar, el resultado es Shapereader. Un lenguaje y una exposición que acercan y hacen accesible el cómic a personas ciegas o con discapacidad visual y, a la vez, no excluye a quien lo quiera experimentar.

 Ilan Manouach (Atenas, 1980) defiende la teoría de que el cómic es un lenguaje: “Todos los creadores de cómics dibujan las cosas de la misma manera”. A partir de esta idea este artista (músico, creador de cómics conceptuales y editor) ha creado Shapereader, un catálogo de formas concebido para traducir las palabras y sus significados en formaciones táctiles. Piezas con relieve de líneas, círculos, formas geométricas... que asociar con objetos, personajes, lugares, sentimientos, acciones... 

Quizá suene difícil de entender, pero si se visita Ilaan Manouach-Shapereader, la exposición que estará en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) hasta el 27 de noviembre, quede más claro con un solo golpe de vista. Más bien de tacto. Estos dos sentidos son los protagonistas, el primero por su ausencia -el visitante se adentra en una sala bastante oscura- y el segundo por su omnipresencia: es obligatorio tocar. Manouach ha dado la vuelta a dos manifestaciones artísticas, les ha cambiado el punto de vista. Por un lado, el cómic, en el que da el protagonismo al lector, más que al autor. Ha creado historias pensando en los lectores a los que iba dirigido: las personas ciegas o con alguna discapacidad visual. Es un lenguaje inclusivo (apto para todos, solo hay que aprenderlo), donde hay que leer con las manos, tocando, no con los ojos. Por otro, da un giro a la creación, no es un artista que construye sus piezas y luego estas se “traducen” para los ciegos, es decir, se reproducen para ellos. Él crea directamente en un lenguaje que ellos pueden entender sin intermediarios. Pone en cuestión el predominio de lo visual en el arte. 

En Shapereader, el visitante se adentra en una sala oscura, por la escasa luz y porque tanto mobiliario, como paredes y suelo son negras. En ella Manouach ha dispuesto diversas mesas en la que expone el vocabulario que ha creado para acercar el cómic a las personas con discapacidad visual. A cada tactigrama (pieza con relieve) le corresponde una palabra escrita en letra y en braille, así ha creado Círculo Polar, un cómic que cuenta una historia convencional, una narración clásica de tebeo, secuencial, con sus viñetas en las que transcurren las aventuras de dos climatólogos en el Polo Norte. Manouach destaca que la única dificultad -y no es mucha- es que hay que conocer el significado de las formas para leerlo. Al principio es sencillo, pero las piezas se van complicando según avanza, “como un videojuego”, dice el artista. O como una cartilla de un niño que empieza a leer, primero palabras, luego frases con sujeto, verbo y predicado, luego se añaden complementos y así, poco a poco, se va complicando. 

 En esta experiencia sensorial que propone Manouach lo importante y la verdadera diferencia no se da entre los visitantes que ven o los que no ven. La diferencia está en la imaginación que tenga cada uno. “Lo esencial es invisible a los ojos”, que diría Antoine de Saint-Exupéry en El Principito. Esa es una realidad, pero también hay otra: la financiación de cada uno de estos libros. Esta técnica es muy cara: producir 2.000 libros de 50 páginas cada uno cuestan unos 100.000 euros. Los números se multiplican si se tiene en cuenta que Círculo Polar está compuesto de 57 paneles de 50 centímetros por 35 centímetros (las páginas donde se cuenta el relato); 6 tablas de vocabulario y más de 6.000 símbolos. Unos 100 kilos que desde luego no facilitan que sea “algo para leer en el metro”. Insiste en que Shapereader no existiría sin la ayuda de la Fundación finlandesa Kone, que le ha becado.

 Tanto David San Miguel, como Iria Aragunde, dos asistentes al taller que impartió Manouach en el MUSAC la semana pasada para dar a conocer Shapereader, confirman que el cómic les queda lejos. San Miguel es ciego desde los 12 años, ahora tiene 39, y sí recuerda que de niño leía “lo típico: Mortadelo y Filemón, Spiderman...”. La manera habitual que tienen ambos de leer es a través de audiolibros. No conocen otras técnicas como las de Manouach, a él no le gusta la palabra pionero. “Los artistas son como animales que deben defender un territorio para sobrevivir, si no lo tienes vas a ser comparado con otros artistas. Creo que es mejor no sufrir esta comparación”, explica. En ese campo se mueve, en el que las onomatopeyas y las sensaciones se pueden tocar.

SPECTACLES, GAFAS PARA GRABAR VIDEOS

Snapchat lanzará este otoño Spectacles, sus gafas para grabar vídeos 

La red social pasará a llamarse Snap Inc


Snapchat ya no quiere ser un chat. La empresa acaba de cambiar de nombre, en lo sucesivo será Snap Inc. Y este no es el único cambio. Su cada vez más rumoreada salida a bolsa está centrando cada vez más su estrategia. Además de promover una relación más fluida con los medios que publican en su plataforma y más transparencia a la hora de compartir datos de consumo de contenido con los mismos, están cerca de lanzar su primer modelo de gafas. 

 Según The Wall Street Journal, la empresa espera sacarlas al mercado durante este otoño. Su nombre será Spectacles, contará con una doble cámara y un ángulo de grabación de 115 grados con capacidad de grabación de vídeo de hasta 30 segundos. A diferencia del modelo inicial de Google, cuya promesa de llegada al mercado masivo sigue rota, el precio está pensado para todos los públicos. Muy lejos de los 1.500 dólares que inicialmente pedía el buscador, en Snap podrán un precio de 129,99 dólares. Llegarán en tres colores: negro, verde azulado y rosa anaranjado. Aunque el precio no es elevado, Snap juega a generar deseo con una vieja fórmula, la cantidad de gafas en el mercado será limitada.

 No servirán para evadirse el mundo real, sino para participar en él. Servirán para grabar con las manos libres, un impulso para los apasionados de contar su vida en tiempo real y en primera persona. Mientras que Facebook cuenta con más de 1.110 millones de usuarios diarios, Snap se queda en 150 millones, una cifra que supera, por ejemplo, a Twitter. 

 Según Evan Spiegel, fundador de la aplicación y consejero delegado, se trata de un paso natural: “Se trata de imaginar cómo integrarnos en las vidas de las personas y ver si les gusta”. 

Para comenzar a grabar bastará con dar un toque en la esquina superior izquierda, y dejarán de grabar a los 10 segundos. Basta con volver a tocar para que añada otros 10 segundos, el límite está en 30. Los que estén con el dueño de uno de estos modelos sabrán que están siendo grabados porque una luz se encenderá. 

La forma de pasar el contenido de las gafas al móvil cambia según la plataforma. En el caso de Android será a través de Wifi. Con iOS lo hará con Bluetooth por defecto. Si se opta por wifi se ganará en calidad. El punto flaco de los móviles sigue siendo la batería. En el caso de Spectacles prometen un día entero de uso lejos del enchufe. Para saber cuándo queda en la reserva, solo hay que dar dos toques en la moldura. 

 Como con los Airpods de Apple, la caja servirá como cargador además de funda. Tendrá un conector propio y dotará a las gafas de cuatro cargas. 

 Entre las dudas queda saber la calidad de los contenidos, cuyo detalle técnico no han compartido, cuántas harán, cuál será el criterio para comprarlas, cómo y cuántas. En junio se vio por primera vez a Spiegel con las gafas, pero no se sabe exactamente qué día llegarán a las calles de manera concreta. 

La combinación entre app y wearables se está convirtiendo en una de las tendencias de este año. Pokémon Go, la aplicación más exitosa del año, sacó hace 10 días su pulsera que complementa las funciones del juego.

 ¿Vuelven las gafas? 

 Se espera que el próximo 4 de octubre Google desvele nuevos aparatos, además de dos móviles y una tableta, tendrían que mostrar la versión final de Daydream, su plataforma de realidad virtual. Solo dos días después Oculus, propiedad de Facebook desde hace dos años, desvelará su planes en una conferencia propia. Microsoft ha optado por combinar realidad virtual con aumentada, mientras que de Google se duda cada vez más sobre una posible resurrección de Glass. Algunos analistas han considerado la inclusión de dos cámaras trasera en el iPhone 7 Plus como un indicio del interés de Apple por este campo. Contar con un aparato listo para producir vídeo en este formato garantizaría una gran cantidad de contenido generado por el usuario.

jueves, 22 de septiembre de 2016

PIENSA EN OTRO IDIOMA Y ACERTARÁS

Tomar decisiones en una lengua distinta de la materna lleva a conclusiones más reflexivas


"¿En qué idioma te lo tengo que decir para que me hagas caso?". Esta frase que miles de madres han lanzado contra sus hijos está, en el fondo, cargada de verdad (como todas las cosas que dicen las madres). Porque una serie de trabajos científicos recientes está dando forma a una realidad sorprendente: pensamos y decidimos de distinta forma si procesamos la información en otro idioma que no sea el materno. Aunque entendamos igual de bien la idea o el problema, al hacerlo en una segunda lengua el resultado será más reflexivo; menos emocional, más orientado a obtener un resultado útil.

 "Beneficia al pensamiento deliberativo; te hace pensar dos veces las cosas", asegura Albert Costa, uno de los mayores expertos en bilingüismo gracias a sus investigaciones en la Universidad Pompeu Fabra. Empezó sus estudios en este campo con el dilema del tranvía: ¿tirarías a una persona a la vía para que con su muerte salve la vida de otras cinco personas? El conflicto moral que nos supone empujar a esa víctima solitaria se desvanece en muchas personas cuando se lo plantean en un idioma que no es el materno. 

 Las personas que sacrificarían a esa persona en virtud del bien común pasan de ser el 20% de la muestra hasta casi la mitad. Únicamente porque procesan el dilema en un idioma aprendido después del materno. Muchos otros trabajos han confirmado estos resultados: en un idioma extranjero nos llevamos menos por lo emocional y nos centramos en el resultado más eficiente. Somos menos moralistas y más utilitaristas. Siempre se trata de sujetos que manejan con soltura el otro idioma y se ha probado en español, inglés, italiano, alemán... el habla concreta no parece influir.

 Costa acaba de publicar un artículo junto a unos colegas en una revista especializada (Trends in Cognitive Sciences) en el que repasa algunos de los resultados más llamativos de este campo de investigación y en el que tratan de explicar los motivos. En otro idioma, no solo nos centramos menos en nuestra primera respuesta emocional en dilemas morales. Además, crece la tolerancia al riesgo por ejemplo al planear un viaje o al aceptar una novedad biotecnológica: se maximiza el interés por el beneficio. Y nos ofenden menos los insultos. 

 También este mes se ha publicado una investigación de la especialista Janet Geipel, de la Universidad de Trento, en el que proponían dos situaciones en las que las intenciones morales entran en conflicto con el resultado obtenido. Por ejemplo, alguien entrega una chaqueta a mendigo para que se caliente pero termina recibiendo una paliza porque otros creen que la ha robado. Por otro lado, la historia de una pareja que decide adoptar a una niña discapacitada para poder cobrar las ayudas estatales o la idea de una empresa de donar a la caridad para mejorar sus beneficios. Al plantear estos escenarios en el idioma extranjero, los sujetos estudiados valoraron mucho más el resultado obtenido (malo en el primer caso, bueno en el segundo) que la ética de las intenciones.

 Geipel había publicado el año pasado otro estudio en el que proponía situaciones con cierta carga de tabú social: un hombre que cocina y prueba la carne de su perro muerto, alguien que trocea una bandera de su país para limpiar un váter, una pareja de hermanos que deciden mantener una relación sexual. Los sujetos debían evaluar del 0 al 10 la maldad del acto. Quienes los leyeron en su segundo idioma otorgaron de media un punto menos de incorrección moral a estas acciones. 

 No están claros los motivos concretos de este cambio de conducta, de esta doble personalidad lingüística. Costa sugiere un ramillete de razones que estarían interconectadas entre sí: "Por un lado, otro idioma obliga a pensar despacio. Además, entendemos que lo emocional está más ligado a la primera lengua que aprendemos". 

Como explica el premio Nobel Daniel Kahneman, nuestro cerebro contaría con un Sistema 1, que se dedica a las respuestas intuitivas, más veloces y eficaces pero lastradas por sesgos, y un Sistema 2, que se ocupa de las respuestas que exigen reflexión. En nuestro idioma natural, saltaría con más facilidad el Sistema 1 a gestionar el problema; el esfuerzo adicional de usar otro idioma despertaría al Sistema 2, más perezoso pero más juicioso. Así se explicaría ese porcentaje de personas que aparcan sesgos como la aversión al riesgo, los reparos morales, etc. 

 Tanto Geipel como Costa suelen mencionar en sus trabajos la situación que se da en escenarios como Naciones Unidas o la Unión Europea, en la que buena parte de sus miembros toman decisiones en una lengua que no es la materna. "Y en multinacionales, en la ciencia, en numerosos ámbitos hay gente trabajando en inglés aunque no es su primer idioma", señala Costa, que está trabajando en aplicaciones para este hallazgo. Por ejemplo, en negociaciones en las que se requiere que los actores aparquen sus emociones y sus pegas personales, centrándose en los beneficios que obtendrían ambos si logran ponerse de acuerdo. Quizá sería una buena idea proponer sesiones en inglés en el Congreso de los Diputados.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

PERFIL DE ALUMNA CIBERACOSADA: CHICA ESTUDIOSA Y DE BUENA FAMILIA

Un estudio sobre bullying alerta de que Whatsapp es la herramienta más habitual para el acoso



Ella es una adolescente aplicada a punto de cumplir 14 años, con una familia normal (padre, madre, hermanos) sin problemas económicos. Las llamadas y mensajes con insultos y amenazas le llegan sobre todo desde el Whatsapp. Las hacen sus propias compañeras de clase, también chicas. Le escriben casi siempre por la tarde, cuando ya está en casa. Ella es la víctima estándar del ciberbullying, una forma de acoso escolar que supone intimidar o humillar de forma reiterada en el tiempo a través de las redes sociales, por el correo electrónico, en un chat o con el móvil. Uno de cada cuatro casos de acoso es de este tipo, según un estudio publicado este martes. Y de nuevo, la víctima más común suele ser una chica.


La proporción de ciberacosados aumenta conforme lo hace la edad de la víctima y afecta mucho más a las chicas (70,25% de los casos) que a los chicos (29,8%). El hostigamiento es diario para un 71,8% de las víctimas. Nueve de cada 10 víctimas tienen alguna secuela psicológica. Sobre todo sufren ansiedad (79,5%), seguida de tristeza, soledad y baja autoestima. Uno (o una) de cada diez ha tenido pensamientos suicidas o ha llegado a intentar acabar con su vida.Uno de cada tres casos se considera de "alta gravedad" porque la víctima recibe golpes o patadas, lleva más de un año sufriendo a diario y la violencia aumenta conforme pasa el tiempo. Una familia normal La mayoría de las víctimas de esta lacra son de nacionalidad española y proceden de familias "convencionales" y sin problemas económicos en el 86% de los casos, según refleja el Estudio sobre ciberbullying según los afectados, elaborado por la fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) y la fundación Mutua Madrileña a partir de la base de datos de los teléfonos de ayuda a niños y adolescentes y a los adultos y la familia de ANAR que ha atendido 60.408 llamadas relacionadas con acoso escolar, de entre los que se han seguido 1.363 casos de bullying. Los ciberacosadores pertenecen normalmente al mismo centro escolar que la víctima y actúan en grupo (de dos a cinco personas) del mismo sexo que la víctima y que, en ocasiones, fueron sus amigos previamente. También son adolescentes "y les mueve la agresividad o la venganza", según el estudio. La mayoría de los acosados tiene un "alto rendimiento escolar", según el informe. Son el 36,2% frente al 33,3% de rendimiento medio y el 30,5% de rendimiento bajo. Pero el estudio alerta de que sufrir ciberacoso "desmotiva en alto grado el esfuerzo escolar de quienes lo sufren". "Que se de en uno de cada cuatro casos es un porcentaje alto, muchos siguen con la idea de que es algo novedoso, pero no es un fenómeno nuevo, se da cada vez más", explica al teléfono Benjamín Ballesteros, director de programas de la Fundación ANAR. La explicación de que sea un fenómeno que se produce más en alumnos más mayores (el acoso en general comienza a los 11 años) está relacionado con la "incorporación" de las nuevas tecnologías a la vida de los adolescentes. "Normalmente reciben su primer móvil a los 12 años y es entonces cuando empiezan a formar parte de su vida", añade Ballesteros. Sobre la mejor edad para tener un teléfono móvil, Ballesteros recomienda a los padres: "Deberían entregarlo en el momento en el que consideren que ya están preparados para ir solos a la calle, el peligro es similar. Y deberían alertarles de forma parecida a como les cuentan los problemas que puede traer salir solo". A quién acudir Las víctimas de ciberbullying suele pasar una media de nueve meses antes de que atreverse a contarlo. Acuden más a los padres (81,3%) que en otros tipos de acoso en las escuelas (62,1%). A Ballesteros les llama la atención que lo cuenten: "Es cierto que tardan casi un curso, pero lo cuentan, se lo dicen a todo el mundo pero no siempre las reacciones son adecuadas, las familias tienden a aminorarlo". El responsable de la fundación recomienda a los padres "que le den la importancia que tiene, profundicen en ello con sus hijos y lo cuenten en el centro escolar". El informe destaca que en en este tipo de casos "es más habitual" que los profesores tomen medidas respecto al acoso tradicional. El 28% de los docentes no hizo "nada especial, solo escuchar el caso del adolescente". La mayoría de las familias afectadas (59,3%) consideraron que la actuación de los profesores no había sido la adecuada. Las dos fundaciones autoras del trabajo consideran "esencial" adoptar un protocolo de actuación unificado para toda España con las medidas a adoptar en los centros escolares. Los protocolos actuales son, en la mayoría de los casos, de ámbito regional.

¡EL PRÍNCIPE HA MUERTO!¡EL PRÍNCIPE HA MUERTO!

Una muestra de 200 documentos de Rubén Darío conmemora el centenario de su fallecimiento



Los chiquillos de la prensa voceaban la trágica noticia aquel febrero de 1916 en la Puerta del Sol madrileña: “¡El príncipe ha muerto, el príncipe ha muerto! Francisca Sánchez, que meses antes lo había despedido en el muelle disgustada y llorosa, con el hijo de ambos en brazos, mandó bajar a su hermana a la calle y la pobre regresó demudada: el fallecido no era otro que el Príncipe de las Letras Castellanas, como se conocía a Rubén Darío, tal era la fama que alcanzó a un lado y otro del Atlántico, como un Juan Gabriel de su época.

 El poeta nicaragüense ya tenía la salud muy delicada cuando partió a América en misiones de paz. Esta vez, su amada Francisca no le acompañó. Para ella se habían acabado los viajes de París a Barcelona, de Madrid a París, trasladando muebles, vajillas y cachivaches domésticos, siguiendo al escritor en sus múltiples empresas literarias. Se quedó abrazada a un baúl donde guardó durante años todos los papeles de aquel del que se enamoró “por las palabras”, como recuerda su nieta, la periodista Rosa Villacastín. 

 De todo ese periodo dejan pistas escritas los documentos expuestos en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, como migas de pan para reconstruir el camino del poeta en los casi 20 años que pasó amancebado con Francisca Sánchez. Hay ejemplares de las revistas que dirigía, preciosas publicaciones modernistas, como Mundial Magazine o Elegancias; cartas entre escritores: en una de ellas Manuel Machado le reprocha, precisamente, la mala administración de Mundial. En otras le piden que inaugure una pastelería; un menú con nombres alusivos a sus obras o revistas se redactó para una cena con que le agasajaron en Argentina en 1912. No se pierdan esa hojita rescatada entre los papeles del baúl en la que su amigo Rufino Blanco Fombona le invita a presenciar el duelo en el que se batirá mañana a espada: podrás ver así cómo se las componía D'Artagnan, le dice. “No es todo. Pasado mañana me bato con...”. El amigo tenía mucha fe en su florete. 

 Parrandero y mujeriego, Félix Rubén García Sarmiento huyó de un matrimonio formalizado un día que estaba borracho como una cuba en Nicaragua. Saltó a España y buscó el descanso del guerrero al lado de Francisca Sánchez, una señora victoriana, católica y decente, que aparece en las fotos recatada debajo de un vestido negro hasta el cuello y tocada con un sombrero. El poeta no pudo nunca deshacer aquel matrimonio malquerido pero vivió con Francisca en España como si fuera su mujer y con ella tuvo cuatro hijos, de los que solo sobrevivió uno. Nunca abandonó a Francisca Sánchez, tampoco el alcohol, aunque a su lado dio sosiego a la botella para consolidarse como escritor. 

 Así pues, al lado de las facturas que recogen el gasto en whisky y otros licores, las comidas y los viajes en coches de paseo por varios países, la exposición de la Complutense, con fondos de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (AECID), muestra el cuaderno de hule, que no es más que eso, una libreta con cubiertas de hule de color carbón. ¿Por qué es importante este documento? “Porque revela el taller de la escritura, cómo componía en su ambiente cotidiano”, resume Rocío Oviedo, catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Complutense.

 En efecto, ese cuaderno parece guardar en unas pocas página la vida casera del autor de Azul. Ahí están algunos de sus poemas manuscritos, con las correcciones que ayudan a comprender cómo componía sus versos; ahí está la mano de su hijo, en dibujos, y la letra de Francisca Sánchez, como un misal hogareño que no ayuda a imaginarse la grandeza del Príncipe de las Letras Castellanas ni la personalidad asombrosa de su mujer española, la castellana recia que arrastraba en sus viajes maritales a su madre y a la hermana. 

Esa mujer, de la que ahora se prepara una miniserie televisiva, era la que rezaba el rosario mientras él escribía, la que aprendió cocina nicaragüense para dar gusto al paladar del poeta, el mayor representante del modernismo literario. La que le preparaba costillas adobadas al modo abulense y sopas de pan con cebolla. Comer, beber y vivir la noche. Es difícil imaginar de dónde sacaba el nicaragüense tiempo para escribir toda aquella obra, para dirigir revistas, para participar en congresos, charlas y para satisfacer las tareas propias de la diplomacia que en tantos países ejerció. Aquella vida le iba a pasar factura. Entre cartas airadas de la mujer abandonada en América, misivas de su hermana para que reconsiderara su actitud, se muestra simpática la epístola de Mamá Bernarda, su tía en realidad, que le pide una promesa: que ordene su vida para que ella pueda morir tranquila. 

Pero más escandalosa que la del escritor, fue la opción que tomó Francisca Sánchez, consintiendo en formar una familia al lado de un hombre casado con el que se veía obligaba a estar soltera —ni el Papa pudo hacer nada— en una sociedad beata, donde las regentas eran devoradas por las malas lenguas. Afortunadamente pasó el tiempo. Rosa Villacastín, al nieta, recuerda cómo Mario Vargas Llosa visitaba a su abuela muchas tardes, le daba compañía y quizá recibía jugosa conversación. 

 La mujer rehizo su vida al morir el poeta y formó otra familia que, afortunadamente, se empeñó en guardar el legado de Rubén Darío, en respetar y conservar aquel baúl que la abuela donó al Gobierno español para que no se desperdigara. Todavía se descifran aquellos documentos, que suman 5.000. En una de las últimas cartas que recibe Francisca, a las puertas de la muerte, el poeta se despedía de ella: “Te libero ya. Puedes comulgar”. Francisca Sánchez no pudo acompañarle más.

DOROTHY Y TOTO VUELVEN A OZ

La editorial andaluza El Paseo publica por primera vez en español, más de un siglo después, uno de los libros en los que Baum prolongó las aventuras de su mundo mágico



Pese a la creencia generalizada, Dorothy y Toto regresaron a Oz, donde Ozma ocupaba el trono de la Ciudad Esmeralda protegida por el león cobarde y el tigre hambriento. Así que el camino de baldosas amarillas no acabó con la vuelta de la pequeña y su perro a Kansas. El mágico reino sobrevivió y generó otras 16 obras: 14 novelas, las historietas publicadas en el periódico Philadelphia North American y una antología de seis relatos. Ahora, más de un siglo después, la editorial andaluza El Paseo ha traducido y publicado por primera vez en español este último volumen: Historias mágicas de Oz (Little Wizard Stories of Oz,editado en 1913), de Lyman Frank Baum (1856-1919), con las ilustraciones originales de John Rea Neill (1877-1943). Y ya trabaja en la edición de la serie completa. 

 David González Romero emprendió este verano una nueva aventura editorial y a su mesa llegó una nostálgica propuesta del traductor Óscar Mariscal: publicar los seis relatos escritos en 1913 y saldar parte de la deuda con los lectores en castellano, que solo han podido disfrutar de El maravilloso mago de Oz (The Wonderful Wizard of Oz, 1900) reeditado múltiples veces en España, dos de las últimas en 2011 por Blume y en 2014 por Cátedra. La versión cinematográfica que protagonizó Judy Garland (1939) canonizó la obra. 

Mariscal, miembro de la amplia comunidad de seguidores de Oz y sus personajes, recuerda que Baum escribió este volumen de relatos a petición de sus editores, Frank K. Reilly y Sumner C. Britton, que se dieron cuenta de que los lectores de las primeras aventuras de Dorothy habían crecido y las nuevas generaciones pasaban de largo. Pero le pidieron que rebajara el dramatismo de ciertas escenas, que generaban pesadillas en algunos menores, pese a que Baum se jactaba de lo contrario. De esta forma, Toto suaviza su fiereza ante el enano y gigante Crinklink, el hombre mecánico Tik-Tock solo sufre un temporal desmontaje ante la ira del rey Nomo y el rey Cuervo aparece como un personaje travieso. 

Con estas premisas y las ilustraciones estilo art decó de Neill surgió Little Wizard Stories, concebida como una iniciación para nuevos lectores al mágico mundo de la pequeña princesa Ozma, donde conviven los famosos personajes con otros desconocidos para el lector en español. 

 Dos felinos con lazos 

 Es así desde el primer relato. El León Cobarde, que acompañó Dorothy, el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata a Ciudad Esmeralda, quiere ser fiero y se dispone a despedazar a un hombre en sesenta trozos. Su compañero en las labores de protección de Ozma, el Tigre Hambriento, quiere comerse a un niño. Ambos se debaten entre lo que son y lo que quieren ser, entre lo que desean que los demás piensen de ellos y su esencia. Neill ilustra la historia con los dos felinos adornados con sendos lazos rojos: uno recoge la melena del león, otro adorna la cola de su compañero. 

 Las representaciones de Dorothy y Toto sirvieron de base para las caracterizaciones de la película, mientras que la dulce figura de la pequeña regente, con su largo traje blanco, sirve de contrapunto a otros personajes como el Espantapájaros, Jack Cabeza de Calabaza, el rey Nomo o el propio mago, más inquietantes.

 El Paseo quiere dar continuidad a su iniciativa traduciendo el resto de obras de Baum y publicándolas con todas las ilustraciones originales, muchas de las cuales no tuvieron sitio en las primeras ediciones. En esta tarea trabajan ya González Romero y Mariscal. 

 Los dibujos de Neill forman parte fundamental de la obra, pese a que su relación con el escritor se deterioró de forma progresiva hasta su ruptura. El artista participó en todos los volúmenes sobre Oz, salvo el primero, así como en las secuelas que redactó Ruth Plumly Thompson. 

 Baum se trasladó a Hollywood nueve años antes de su muerte para intentar incorporar sus historias al mundo del cine, algo que conseguiría con éxito la Metro-Goldwyn-Mayer en 1939 con el musical que protagonizó Judy Garland. El autor lo intentó antes al fundar en 1914 la Oz Film Manufacturing Company, de la que fue presidente, productor y guionista.

 La intención de González Romero y Mariscal es llenar un vacío inexplicable para el público castellanohablante. Las editoriales se han centrado siempre en la primera parte, la que triunfó como musical de Broadway primero y película después. 

 Ni siquiera Baum tuvo claro que Dorothy debía volver a Oz tras entrechocar por última vez sus talones y regresar a Kansas. Pero se doblegó a las insistentes demandas tanto de los lectores como de sus editores. Las secuelas fueron también un éxito entre el público de habla inglesa y generaron una quincena de libros que, sin embargo, no despertaron el interés de las editoriales en español. El Paseo cubre ahora ese vacío.

martes, 20 de septiembre de 2016

SUGATA MITRA: "LOS EXÁMENES YA NO SIRVEN, SON UNA AMENAZA"

Este profesor de la Universidad de Newcastle ganó el TED Prize en 2013 y su método educativo se sigue en 50 países



Con una idea tan simple como poner a un grupo de estudiantes a trabajar con un solo ordenador y sin un profesor como supervisor, Sugata Mitra (1952, Calcuta) ganó en 2013 el TED Prize. Consiguió así la atención mediática de todo el mundo y un millón de dólares para poner en marcha su proyecto SOLE (siglas en inglés de Self Organised Learning Environments), en español, entornos de aprendizaje autoorganizados, que hoy emplean colegios de 50 países. La charla Construyendo una escuela en la nube, que suma más de 2,6 millones de visitas, fue considerada por TED -organización nacida en 1984 en Estados Unidos para promover la tecnología, educación y diseño- como la más inspiradora del año y con mayor potencial de cambio. 

En su conferencia de 20 minutos, este ingeniero, que trabaja como profesor en la Universidad de Newcastle, critica el actual sistema educativo. Cree que se basa en un modelo que se diseñó hace 300 años, en la era de los imperios, cuando los gobiernos formaban ciudadanos idénticos para que funcionasen en cualquier punta del planeta. 

 Para él, la revolución educativa pasa por acabar con los programas académicos para situar Internet en el centro del aprendizaje. También aboga por el fin de los exámenes como instrumento de evaluación. Simplemente porque “la época de las trincheras ha terminado y los estudiantes ya no necesitan aprender con la amenaza y el miedo como una constante”.

 Pregunta. Usted afirma que los exámenes ya no son útiles porque no permiten a los estudiantes pensar con claridad. ¿Ha realizado alguna investigación al respecto? 

 Respuesta. Tengo la evidencia científica que ha aportado la neurociencia. En el centro de nuestro cerebro se encuentra lo que llamamos el cerebro reptiliano y su función es decidir en cada momento si luchar o volar -escapar ante una situación-. Aunque no somos conscientes, está continuamente evaluando y cuando siente una amenaza apaga otras partes del cerebro como la corteza prefrontal, que juega un papel primordial en la coordinación de pensamientos. Los exámenes son percibidos como una amenaza y, por tanto, la creatividad se bloquea. Si le preguntas a un estudiante qué le pide el cuerpo durante un examen, su respuesta será salir corriendo. El estrés le lleva a pensar que no es el momento para las grandes ideas. 

 En la era de los imperios se necesitaban personas entrenadas en sobrevivir bajo amenaza, principalmente por las guerras, argumenta Mitra en una entrevista  de su visita a España por la puesta en marcha de su método SOLE en tres colegios madrileños, uno público y dos concertados. “Hoy el mundo funciona de otra manera y tenemos que sustituir el miedo por el placer de aprender”, continúa el ideador de un modelo educativo que cuenta con el respaldo económico de gigantes como Microsoft. 

P- En la década de los 90, trabajaba para una empresa india de informática. ¿Cuándo comenzó a interesarle la educación? 

 R- No fue algo premeditado. Me encargaba de diseñar programas formativos, pero al final acabé haciendo lo contrario: demostrar que la tecnología se puede aprender de forma autodidacta. En los noventa éramos pocos los que teníamos ordenador en casa y un día comenté con un grupo de amigos la facilidad con la que nuestros hijos los manejaban sin apenas directrices. A modo de experimento, se me ocurrió incrustar un ordenador en un muro de un barrio pobre de Nueva Delhi para analizar la reacción de los niños. Ocho horas más tarde, estaban navegando por la Red y enseñando a otros a hacerlo. Esos niños nunca habían ido a la escuela y no sabían inglés. Repliqué la misma prueba en zonas remotas de la India y gracias al apoyo económico del Banco Mundial llevé a cabo la primera ivestigación en 2002. El gran descubrimiento: un grupo de niños sin ningún supervisor y con acceso a Internet pueden aprender en nueve meses a manejar un ordenador como cualquier secretario de occidente. 

 P- ¿Cómo aplicó ese descubrimiento a las aulas?

 R- Años más tarde, la Universidad de Newcastle me llamó para llevar el experimento a los colegios de la India. Ahí descubrimos que sucedía lo mismo con las matemáticas, la física o el arte; los niños aprendían sin las lecciones del profesor, solo trabajando en grupos con un ordenador conectado a Internet. La única guía que recibían era una gran pregunta que debían contestar. ¿Por qué llueve? Una profesora de un colegio británico contactó conmigo para llevar el sistema en su centro. Cuando lo probaron, los docentes decían que lo imposible estaba pasando; los chicos aprendían sin una enseñanza dirigida. No hablaban de ventajas o desventajas, solo de que se podía hacer. En los países desarrollados, SOLE acaba con la rigidez del sistema, ayuda a abrir la mente. 

P- ¿Qué novedad representa su metodología con respecto a otros modelos de aprendizaje colaborativo, como, por ejemplo, el planteado por los hermanos estadounidense Roger y David Johnson en los sesenta? 

 R- Ya se hablaba de aprendizaje autodirigido en los años 20. Un caso conocido es el del cura jesuita que puso en marcha un sistema en la India en el que estudiantes de cursos superiores enseñaban a los más pequeños. ¿Cuál es la diferencia? Internet. Mi investigación habla de otra forma en la que los niños pueden aprender, un método más rápido e igual de eficiente.

 P- Han surgido muchas voces críticas con su proyecto SOLE. Le han acusado de falta de evidencias científicas que prueben que realmente funciona.

 R- Es muy difícil definir qué es funcionar bien cuando ya se está planteando cambiar el modo en que evaluamos. La realidad es que hay más de 1.000 SOLE por el mundo, grupos de niños conectados a Internet y aprendiendo en grupos. La mejor evidencia del éxito del modelo son los datos que hemos recopilado de Twitter: más de 10.000 profesores están hablando de SOLE. Cuando les pregunto a los críticos si han leído mis investigaciones, la respuesta suele ser negativa. Son 15 publicaciones en los últimos 17 años en revistas científicas como British Journal of Educational Technology o American Educational Research Association. Los papers muestran que el aprendizaje de los niños es exponencial, siempre suben de nivel, o que mejora su nivel de inglés, entre otros muchos aspectos. Este año quiero poner en marcha un equipo de investigación en la Universidad de Newcastle para medir el impacto de este aprendizaje. 

P- ¿Qué rol juegan los profesores en SOLE? 

 R- Su trabajo no tiene que ser enseñar, sino dejar que los niños aprendan. Tienen que quitar el foco de ellos mismos, perder el protagonismo. Su función es plantear las preguntas adecuadas, incluso si no conocen la respuesta. Ahí es donde se produce el aprendizaje. No tienen que decir a sus alumnos “yo tengo la respuesta”, sino “esto es lo que habéis encontrado”.

 P- ¿Cómo están reaccionando los gobiernos de los diferentes continentes ante su modelo de aprendizaje? 

 R- Con la excepción de los países escandinavos, que tienen la habilidad de cambiar, la mayoría de gobiernos, especialmente aquellos que tuvieron grandes imperios como Reino Unido o India, no saben cómo avanzar y son incapaces de cambiar. Los burócratas entienden lo que propongo, pero me han llegado a decir que mientras ellos vivan, el cambio de paradigma no se producirá. Los libros de texto son una industria que mueve billones de euros, es imposible retirarlos. Su máxima es mantener las cosas como están para conservar su trabajo. 

P- ¿Cómo cree que se debe medir el conocimiento?

 R- Hay que cambiar la norma de lo que hay que evaluar. Creo que la clave está en analizar la creatividad de cada uno, y con las herramientas que tenemos ahora no se puede. No estoy seguro de si necesitamos la evaluación individual o basta con la del grupo. Ahora el mundo funciona con sinergias. La virtud que se valorará en pocos años será la de ser capaz de hacerse preguntas continuamente y tener la habilidad de contestarlas. 

 P- ¿Cómo lleva lo de ser un gurú mundial de la educación? 

 R- Si lo soy, es por accidente. No tengo ninguna habilidad especial para conseguir cambios sociales, y tampoco es mi objetivo. Solo quiero ayudar a los niños a encajar en un escenario en el que todas las reglas serán distintas a las de ahora. En 20 o 30 años, los robots controlarán el mercado laboral y solo sobrevivirán los que sepan construir o inventar. Los llamados makers.

ME ARREPIENTO DE HABER SIDO HOMÓFOBO

Luisgé Martín: “Me arrepiento de haber sido homófobo”

 El escritor firma una descarnada confesión sobre el tortuoso camino que recorrió hasta aceptar su homosexualidad



Luisgé Martín (Madrid, 1962) sintió a los 15 años que había un amor del derecho y otro del revés y lloró al descubrir que a él le había tocado el que cerraba las puertas de su felicidad. Hoy es radicalmente anticlerical y no demasiado religioso, pero entonces se arrodillaba y rogaba a Dios que le gustaran las mujeres: “Le pedía que en mis pensamientos impuros solo hubiera chicas”. Pero Dios no atendió sus plegarias y aquel joven se prometió a sí mismo que nunca nadie sabría que es homosexual. 

 Hoy, Martín, escritor, agente y crítico literario en este periódico, está felizmente casado con Axier. Con él contrajo matrimonio hace 10 años ante 150 invitados en la primera gran traición pública a ese juramento. La segunda se titula, claro, El amor del revés y es una descarnada confesión sobre el sinuoso camino que recorrió hasta que se aceptó tal cual es. O dicho a su manera, hasta que dejó de ser una “cucaracha” y se convirtió en ser humano.

 —¿El libro nace más de una necesidad personal o del afán de ayudar a quienes están en esa situación?
 —Creo poco en el altruismo del escritor, lo cual no quiere decir que no sea capaz de intentar abrir caminos y ayudar a los demás. Pero este libro nace principalmente de la necesidad de contarme a mí mismo y dar sentido a ese episodio largo de mi vida que fue tortuoso y desconcertante.

 Martín concede esta entrevista en su casa una calurosa tarde del agosto madrileño. En su despacho, lleno de libros, se ven a primera vista varios ejemplares de esta biografía sentimental que condensa años de mentiras, miedos y contradicciones. El escritor se desprende en ella de las máscaras que llevó y habla de la negación de su homosexualidad y de sus fracasados intentos por “curarse”; de las visitas a los urinarios públicos para observar el comportamiento de otros gais; de su primera relación sexual sin preservativo en aquellos años de inconsciencia en los que “los más felices” murieron de sida; de sus amores obsesivos de juventud, su terror a ser rechazado, sus incursiones en los cuartos oscuros de locales gais, la distancia que le separaba de su familia… 
 —¿La escritura le ha resultado dolorosa? 
 —Soy de los que sufren escribiendo y, sin embargo, he creado esta historia en estado de felicidad literaria. Reconstruir documentalmente esa parte de mi vida, desempolvar cartas, el diario, volver a ver a gente para recordar detalles… me ha resultado no sé si liberador pero sí constructivo.
 —¿No se ha interpuesto el pudor?
 —Es posible que tenga la sensación de que esa persona ya no soy yo, porque si no, efectivamente, no me atrevería a contar cosas que me avergüenzan, como que fui a un tarotista a que me ordenara la vida. Pero siempre tuve claro que El amor del revés tenía que ser un libro confesional. Y que ya que lo era no podía ser pudoroso, sino sincero. La sinceridad es uno de los grandes valores olvidados en literatura. 

 El autor de La vida equivocada y Los amores confiados, “escritor por azar”, conquistado para la causa por Dumas, Dostoievski y Cortázar, no nació cucaracha. Se hizo cucaracha en una sociedad enferma de intolerancia que, entonces mucho más que ahora, marginaba a las minorías. Y eso que él jamás sufrió burla o escarnio alguno en su entorno. Hijo primogénito de un ingeniero y un ama de casa, este escritor y lector compulsivo —empieza unos 100 títulos al año y los apunta en un Excel— creció en el seno de una familia que él define como “religiosa pero no beata”, prototípica del “franquismo sociológico”. Pasó sus primeros años en San Viator, un reputado colegio de curas del barrio de Usera. De puertas afuera, el centro, en cuya revista ya firmó sus primeros artículos, tenía fama de progresista. Pero sus aulas no estaban libres de “clérigos trogloditas” que equiparaban masturbación a asesinato: “Al cometer ese acto impuro salen del cuerpo [seres humanos microscópicos] y quedan muertos. Ya no sirven para lo que tienen que servir. Y tú te conviertes en un asesino”, escribe que les decían. En una atmósfera así, difícil confesar que te mueres de deseo tras rozar deliberadamente los genitales de un compañero durante un recreo… 

—¿Cuánto culpa de su sufrimiento —y el de otros homosexuales de su generación— a la educación religiosa? 
 —Absolutamente todo. No soy nada antirreligioso. De hecho, creo que la religiosidad forma parte de la órbita intelectual de cualquier persona inquieta y curiosa. Pero sí soy anticlerical. Creo que la Iglesia hoy, en 2016, en Alcalá, en Getafe, en Valencia…, sigue teniendo ministros que son, algunos de ellos, delincuentes y otros descerebrados. Y todos ellos, con púlpito, siguen teniendo eco en la gente aunque por fortuna no tanto como hace décadas. Esos curas, a los que les ha salido un Papa rana que no pone el foco en las alcobas, son los que al final mantienen esa homofobia que está en las escuelas. La Iglesia es una pieza fundamental de esto y lo será de la desactivación. 
 —Acaban de denunciar a una web que ofrece terapias para “curar” a homosexuales y aún hay agresiones a gais… 
 —La homofobia no desaparecerá pero sí el trauma de la vida imposible, de cercenar el amor, la obligación de vivir fingiendo, casándote con una mujer aunque te gusten los hombres. De esas y otras situaciones disparatadas he querido dejar testimonio. En 2000 yo no pensaba que me pudiera casar —el PP ha tenido que tragarse esa ley—, pero los acontecimientos fueron desbocándose y en España eso se lo debemos a Pedro Zerolo y José Luis Rodríguez Zapatero, porque aquí no había un movimiento gay más potente que en Francia ni la sociedad era más permisiva. La educación sigue siendo una asignatura pendiente, y falta una ley que endurezca los castigos de odio, pero socialmente ya no hay marcha atrás. No hay forma de que convenzan a mis sobrinas, que han convivido con sus tíos con naturalidad, de que ser gay es una perversión del demonio. 
 Martín, hoy licenciado en Filología Hispánica y director de la revista Eñe, no podía soñar con esta realidad cuando ingresó en el instituto, donde dice haber descubierto la libertad, el idealismo de izquierdas y a Cortázar. En aquellas aulas se enamoró tres veces de otros tantos chicos y tres veces guardó el secreto porque la cucaracha había empezado su metamorfosis pero aún se resistía a aceptarla. Leía enciclopedias médicas, artículos divulgativos sobre homosexualidad, ensayaba las caladas para parecer masculino al fumar, se convencía a sí mismo de que le gustaban las mujeres hasta que la realidad se le imponía implacable… Tenía un miedo irracional a ser descubierto y rechazado que solo confesaba en cartas que, a veces, no llegaba a enviar, y en un diario que un día apareció con el candado sospechosamente abierto. 
 —¿Le ayudó la escritura? 
 —Me ahorró muchos psicólogos, deseos de intento de suicidio y mucho sufrimiento. Yo no habría podido sobrevivir sin escribir, sin leer y sin ver cine. e sus fracasados intentos por “curarse”; de las visitas a los urinarios públicos para observar el comportamiento de otros gais; de su primera relación sexual sin preservativo en aquellos años de inconsciencia en los que “los más felices” murieron de sida; de sus amores obsesivos de juventud, su terror a ser rechazado, sus incursiones en los cuartos oscuros de locales gais, la distancia que le separaba de su familia…