viernes, 8 de abril de 2016

UNA OBRA MAESTRA, UNA BROMA ASESINA

ECC reedita en edición de lujo uno de los cómics que elevó el género de superhéroes a la categoría de arte


En 1984, el artista Brian Bolland (26 de marzo de 1951, Linconshire, Inglaterra), ya famoso fundamentalmente por su trabajo en 'Juez Dredd', está cerca de colaborar con el escritor Alan Moore (18 de noviembre de 1953, Northampton, Inglaterra), ocupado con 'V de Vendetta', en un cómic que cruzaría al implacable policía de Mega-City con Batman. Sin embargo, aunque el proyecto no llega a cuajar, el deseo de trabajar juntos se hace realidad cuando, tiempo después, Len Wein, editor de Moore en 'Watchmen' le ofrece la posibilidad de realizar una historia autoconclusiva de Batman. Al fin, en marzo de 1988, y con color de John Higgins (el mismo que coloreó el mencionado 'Watchmen'), se publica 'The Killing Joke', juego de palabras intraducible que en castellano será resuelto como 'La broma asesina'. 

 No hacía falta pasar de la primera página, de la portada en realidad, para saber que aquel no era un cómic de superhéroes al uso. La combinación de un guión excepcional con los colosales dibujos de Brian Bolland, creó una obra maestra que hoy sigue deslumbrando, aún cuando siga siendo, para Moore, uno de sus trabajos más puestos en tela de juicio y, al tiempo, más queridos por Bolland.

 Bien, mal y locura

 'La broma asesina', un discurso acerca del bien, del mal, de la fina línea que puede cuestionarlos y fundirlos en la misma cara del mismo naipe. Por un lado, Batman, el héroe oscuro en permanente cruzada contra el crimen, incrustado en cada ladrillo y calleja de Gotham; por otro, el Joker, probablemente el asesino psicópata más salvaje jamás inventado, a la altura del mejor Hannibal Lecter. Ambos, mil veces reescritos según los tiempos, desde los inicios de mayo de 1939 en el nº 27 de 'Detective Comics' (el Joker aparece un año después, en el nº 1 del comic-book 'Batman'), pero unidos por una desesperación llevada a dos puertos distintos, tal y como los autores revelan en sus páginas, a través de una descripción extraordinaria. Así, la historia, que arranca y se cierra de igual forma, tal y como gusta a Moore, sorprende tanto por las motivaciones del hombre murciélago como por las de su archienemigo. Cada viñeta es un prodigio compositivo, y las cosas suceden exactamente de la forma que ambos autores han diseñado. El ritmo narrativo, ese elemento vital tantas veces mencionado en cualquier tratado de cómic y tan difícil de describir, mucho más aún de lograr, lleva al lector de página en página casi siempre con ritmo pausado, solo roto cuando es preciso, a la velocidad precisa para que todo se desarrolle según lo planeado. La historia siempre es lo más importante y, en consecuencia, la fuerza de los diálogos se convierte en 'La broma asesina' en un aspecto de fuerza demoledora. No es, desde luego, un cómic para niños.

 Los soliloquios del Joker son tan abrumadores que dejan al descubierto el porqué de sus acciones, adquiriendo con ello mayor brutalidad, de igual forma que sucede con los constantes flashbacks hacia el pasado del Joker, enlazados con el presente gracias a extraordinarios juegos de imágenes y al uso del color. 

 El color

 Fundamental en la obra, recayó en el talento de John Higgins (1949, Walton, Liverpool, Inglaterra). Tonos vivos, primitivos, más mesurados en los flashbacks pero acordes con la locura que revolotea sobre el relato, fueron sustituidos veinte años después en la edición especial que DC Comics lanzó de 'La broma asesina'. Con motivo de dicho aniversario, el propio Brian Bolland recoloreó sus dibujos con la intención y estilo que quiso desde el principio. No solo eso; retocó cada página eliminando, por ejemplo, la elipse dorada que envolvía al murciélago del pecho de Batman. De igual forma, los tonos pierden intensidad, pero se acentúan los matices en determinadas ocasiones con clara voluntad expresiva. En los mencionados regresos al pasado, no pasa desapercibido el empleo del rojo dentro de una gama casi neutra. La actual edición de ECC recoge esta versión. Nunca ha existido un acuerdo acerca de si, pese a ser suyos los dibujos, la versión de Brian Bolland justifica haber suprimido la original de Higgins. Los defensores de éste último arguyen que plasma la locura con la crudeza necesaria, mientras que la paleta del dibujante, tan meticulosa como su pluma, adolece de fuerza expresiva.

 Finalmente, una mención al resto de los actores secundarios del cómic, entre los que cabe destacar al comisario Gordon y a su hija Bárbara. Su influencia en el desarrollo es fundamental y que, desde luego, en modo alguno su presencia en las páginas baladí. En pleno duelo interpretativo entre Batman y Joker, se convierten en piezas de ajedrez que deben ser jugadas. Pasan a ser, de facto, marionetas en manos del gran titiritero de pelo verde y cara blanca.

 'The Killing Joke', y de nuevo el juego de palabras, cuenta algo imposible de seres imposibles que se cuentan un chiste. Volver a su lectura es siempre una buena idea, una forma de recordar cómo una obra maestra llega, de cuando en cuando, al cómic. Como al resto de las artes, ni más ni menos.

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