viernes, 15 de abril de 2016

¿QUIÉN TIENE LA CULPA DE QUE SU "MAGESTAD" NO ESTÉ "EXCOLARIZADA"?

El Congreso Internacional de la Lengua y la Junta de Andalucía vuelven a recordarnos las patadas que damos al diccionario García Márquez ya retó a terminar con la b y la v, con la g y la j, para liberarnos de las faltas de ortografía. Ahora escribimos más, pero no peor: «En Twitter son como un lamparón»


En el I Congreso Internacional de la Lengua celebrado en Zacatecas (México), Gabriel García Márquez tituló su discurso ‘Botella al mar del dios de las palabras’.El escritor relató cómo con 12 años, mientras andaba en bicicleta, estuvo a punto de atropellarle un coche. Un cura que andaba por allí le gritó «¡cuidado!» y esa advertencia le salvó la vida. El sacerdote le dijo entonces: «¿Se da cuenta usted del poder de la palabra?». Pero lo que ha pasado a la historia de aquella jornada, más que esta bellísima anécdota, fue la demanda de «simplificar la gramática antes de que ella nos sacrifique a nosotros». Las caras de los allí presentes eran un poema. El premio Nobel apostaba por «humanizar las leyes»de la escritura y «jubilar la ortografía, terror del ser humano desde la cuna. Enterremos las haches rupestres –pidió–, firmemos un tratado de límites entre la g y la j. ¿Y qué de nuestra b de burro y nuestra v de vaca que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?». Ese día, García Márquez fue lejos, pero se supone que no tanto como para que en el congreso de este año saliera don Felipe de Borbón a hablar y alguien rotulara «Su Magestad (sic)». Podría haberse vendido como un homenaje póstumo al autor de ‘Cien años de soledad’, pero en realidad era una metedura de pata en el sitio más inoportuno. 

 No es la única. Vivimos rodeados de faltas de ortografía. En los periódicos hay erratas, en las novelas de los grandes escritores hay erratas... La carta que el dueño de las clínicas dentales Funnydent, Cristóbal López Vivar, envió desde la cárcel para pedir perdón a los 2.500 clientes que había dejado con la boca a medio hacer es una galería de faltas: «Espero salir muy pronto ya que no e (sic) estafado a nadie». Más delito tienen cuando llegan de una institución pública. Y las hay gloriosas. Hace unas semanas, la delegada de Gobierno de la Junta de Andalucía en Córdoba presentaba su plan de ‘excolarización’ para este año.

 José Antonio Martínez, profesor de Lengua de la Universidad de Oviedo, siente la tentación constante de tomar un bolígrafo y corregir las erratas de los periódicos en los bares.«Si no son míos, no lo hago», explica.Lleva en cada ojo un escáner y cada error le duele. No tiene una estadística, pero si se le pregunta por las que más ve, destaca la confusión maldita entre haber y a ver: ‘Haber si nos vemos’ en vez de ‘a ver si nos vemos’. «Hay palabras que desconocemos porque están en los libros y leemos pocos libros. Por ejemplo, despectivo, que algunos escriben ‘dexpectivo’. Otras que suenan igual como adicción y adición, ahí y ay, vaya y valla o echo y hecho, que a veces se usan mal ambas.Cuanto menos se leen las palabras, menos se retienen en el cerebro y más fácil es cometer un error cuando se escriben». Martínez publicó un manual sobre ‘Cómo escribir sin faltas’ y el consejo es tajante: la mejor manera de escribir bien es leer. «Cinco minutos al día... Mejor si son diez».

 Mejor Yakarta que Jakarta 

 Javier Bezos y sus ocho compañeros de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) trabajan las 24 horas del día. Vigilan a los medios de comunicación y a cualquier hora puede saltar la errata. No las apuntan para castigar, sino para corregir. En estos años donde tanta gente se ha quedado en la calle por no pagar la hipoteca se han encontrado la palabra desahucio escrita «de todas las combinaciones posibles». Cada mañana, el equipo se reúne, saca punta al lápiz rojo y emite una recomendación: por ejemplo, usar selfi en lugar de selfie. Otras veces, se adelantan al desastre: «Si hay un atentado en Yakarta, recomendamos que se escriba Yakarta, que es la forma correcta, y no Jakarta». Bezos describe el mundo mágico en el que se cruzan los significados de las palabras en nuestras cabezas. Personas que emplean ‘masectomía’ en lugar de ‘mastectomía’ por la influencia de ‘vasectomía’ o que confunden la g y la j en ‘ingestión’ o ‘injerencia’. O ‘fragante’ y ‘flagrante’ por el uso de ‘in fraganti’. «Otras veces, nos separamos del origen de las palabras y por eso las escribimos mal. ‘Exhorbitante’ no lleva h. Si se pensara un segundo en su origen –fuera de órbita– se vería fácilmente que no la lleva». 

 La Fundéu no solo vigila, sino que además responde a las dudas de los usuarios, un servicio de consulta que también ofrece la RealAcademia de la Lengua.Reciben al día unas 150. «Nuestra recomendación es que la gente, ante la duda, pregunte. Aquí nadie piensa que el que pregunta es un ignorante por querer saber.Al contrario». 

 José María Romera, profesor de Lengua en Pamplona, tiene los ojos llenos de faltas de ortografía. El primero que le viene a la cabeza es el uso de la h en ‘ha’ de ‘haber’. Lee «A llovido» no solo en los textos de sus estudiantes, también en los medios de comunicación y en escritos de «gente que en principio sabe escribir». También confunden el ‘sino’ adversativo con el ‘si no’ condicional negativo y considera la pérdida del ‘cómo’ interrogativo como «un virus que se extiende». 

 Y eso que el español tiene «una grafía muy fácil», sobre todo comparado con el inglés o el francés, porque la mayor parte se escribe como se pronuncia. «Hay zonas en las que la dificultad aumenta con el ceceo o el seseo, como en Andalucía, pero no quiere decir que escriban peor. Tal vez escriban con menos faltas porque distinguen el registro coloquial del escrito mejor que los demás y quizás estén más pendientes», argumenta Romera. 

 Hay una pregunta que planea alrededor de todas las conversaciones sobre ortografía y que no tiene respuesta, puesto que en esto no hay estadísticas:
 – ¿Ahora se escribe mejor o peor?
 – Es difícil y depende del plano. No se escribe peor. Por las comunicaciones digitales se escribe mucho más que antes y se multiplican los mensajes de gente que antes no escribía, con lo que el aumento de errores es normal. De todas maneras, hay una cosa curiosa: en Twitter está muy desprestigiada la falta ortográfica y en cuando alguien comete una, se le tiran encima porque supone un lamparón, una vergüenza. Por otro lado, las faltas se han democratizado. No son solo las personas iletradas las que cometen errores, sino que hay escritores y periodistas que también escriben mal.

 La manía de las mayúsculas 

 Y los jueces. El pasado septiembre, el magistrado Enrique López presentó un documento en el que se negaba a abstenerse en el ‘casoGürtel’.Tenía 19 páginas y medio centenar de erratas y faltas. Si el profesor José Antonio Martínez culpa al escaso interés por la lectura, Romera ve más «un déficit de atención»: «La ortografía tiene un componente de observación.Hay poco tiempo y se corrige menos porque se corre más». Romera advierte de otro peligro no puramente ortográfico, sino lingüístico.Tiene sus síntomas en el uso de mayúsculas donde no las hay, por ejemplo en los días de la semana o de los meses, o también para remarcar un significado o un cargo, como si una palabra que comience por mayúscula tuviera más prestigio. «Parece que es un subrayado. Cada vez más se da un uso incorrecto de signos de énfasis tipográfico para llamar la atención sobre palabras como más de tres puntos suspensivos, negritas, etc. Produce un ruido que rompe la cadena de lectura lineal. Se pretende que se lea de un vistazo. No solo se escribe distinto: también se lee distinto». Aunque eso no es un problema de la ‘excolarización’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario