jueves, 29 de septiembre de 2016

LA COLMENA CENSURADA: LAS PÁGINAS MALDITAS DE CELA

La edición conmemorativa del centenario del escritor incluye los pasajes suprimidos por los funcionarios franquistas. El propio Cela ejerció de censor en 1943



Se llama Historia incompleta de unas páginas zarandeadas y resulta indispensable para entender esta paradoja: la de un magno escritor atrapado por el pasado. Pero eso es anécdota, es cierto: lo importante es el escritor y su obra, merecedora de un premio Nobel en 1989, lo demás es historia, y la historia –por cruel o divertida que fuera- es anécdota elevada a letras de molde en los grandes tochos. Así que Camilo José Cela (Padrón, La Coruña, 1916-Madrid, 2002) explicó en esas cuatro notas tumbabierta y geniales escritas el Día de Difuntos de 1965 en Palma de Mallorca los avatares a los que fue sometida la que para muchos (para él no, prefería La familia de Pascual Duarte) fue y es su obra maestra, La colmena. 

 Ahora, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de Lengua Española, en colaboración con la editorial Alfaguara, se incorporan a la epopeya vivida desde su génesis por esta novela y ponen en circulación la edición conmemorativa del centenario del nacimiento del escritor. ¿Su valor? Son, sobre todo, dos valores: el primero, volver a reencontrarse con aquella “novela reloj” en palabras de su autor, testimonio de un mundo detenido sin héroe pero con héroes: el de la posguerra. Y ya estaría amortizada esta edición si a algún lector de menos de 30 años le diera por hacerse con ella (13,90 euros, un precio nimio para una edición así) y adentrarse lentamente en el espejo amargo de lo que fue este país cuando aún era aquel país. 

 El segundo valor, que si nos atenemos a la actualidad editorial y a los destellos conmemorativos del año del centenario sería el primero, es el de esas “páginas vilipendiadas” (Camilo José Cela Conde, hijo del escritor) que la censura franquista tachó con tinta y con saña como tachaba todo aquello que molestaba, que era casi todo, un asunto de probas plumas funcionarias y rancias sotanas al servicio del dictador. Esas páginas malditas vienen incluidas en la nueva edición como un apéndice bajo el título La colmena inédita. Transcripción fragmentaria del manuscrito de La colmena. Caminos inciertos. Es el resultado del manuscrito que Cela cedió en su día al hispanista francés Noël Solomon y que la hija de este legó en 2014 a la Biblioteca Nacional de España. 

 Hay que recordar que Caminos inciertos era el proyecto no cumplido de una gran novela de unas mil páginas que en un principio habían contemplado Cela y el editor barcelonés Carlos F. Maristany y que se componía de los libros La colmena, La cesta de agua, Un niño vaga por los caminos inciertos y El puente.

 Los guardianes de la pureza destrozaron La colmena original, que Cela había presentado a censura previa el 7 de enero de 1946. Siete meses antes, el 28 de junio de 1945 y durante un acto en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, el escritor había leído en público los dos primeros capítulos de su novelón. Los mentideros literarios y los otros ya sabían, pues, de aquel libro, “un pálido reflejo, una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad” (Camilo José Cela en el primer prólogo de La colmena). Eso no importó a los censores, que por boca del mismísimo Leopoldo Panero, insigne poeta e insigne falangista, escribió en su informe: “Novela realista del Madrid coetáneo con descripciones crudas del bajo ambiente social. La obra tiene considerable color literario y podría autorizarse con tachaduras en las páginas 9, 10, 50, 52, 53, 86 y 87”. O sea, al pilón.  

Cela lograría editar la novela en Argentina en 1951 –Editorial Emecé, no sin antes vérselas también con los censores peronistas- y hubieron de pasar otros 12 años hasta que en 1963 el entonces ministro de Información y Turismo del gobierno de Franco, Manuel Fraga Iribarne, autorizó su edición en España. 

 Si se presta oídos al pálpito del propio hijo del escritor y de expertos como el catedrático Adolfo Sotelo, Cela pudo presentar en 1946 a censura algunos párrafos siendo consciente de que, a ojos del Régimen, serían leídos como auténticas burradas, sobre todo los pasajes relativos a prostitución, lesbianismo y algunas alusiones al Movimiento Nacional: cebos encaminados a que los censores se parasen y se cebasen con ellos dejando así pasar otras cosas más sutiles y quizá más dañinas. “Pero esto es una mera especulación”, ha asegurado Camilo José Cela Conde durante la presentación de la Edición Conmemorativa en la Real Academia Española.

Los guardianes de la pureza destrozaron La colmena original, que Cela había presentado a censura previa el 7 de enero de 1946. Siete meses antes, el 28 de junio de 1945 y durante un acto en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, el escritor había leído en público los dos primeros capítulos de su novelón. Los mentideros literarios y los otros ya sabían, pues, de aquel libro, “un pálido reflejo, una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad” (Camilo José Cela en el primer prólogo de La colmena). Eso no importó a los censores, que por boca del mismísimo Leopoldo Panero, insigne poeta e insigne falangista, escribió en su informe: “Novela realista del Madrid coetáneo con descripciones crudas del bajo ambiente social. La obra tiene considerable color literario y podría autorizarse con tachaduras en las páginas 9, 10, 50, 52, 53, 86 y 87”. O sea, al pilón. Cela lograría editar la novela en Argentina en 1951 –Editorial Emecé, no sin antes vérselas también con los censores peronistas- y hubieron de pasar otros 12 años hasta que en 1963 el entonces ministro de Información y Turismo del gobierno de Franco, Manuel Fraga Iribarne, autorizó su edición en España. Si se presta oídos al pálpito del propio hijo del escritor y de expertos como el catedrático Adolfo Sotelo, Cela pudo presentar en 1946 a censura algunos párrafos siendo consciente de que, a ojos del Régimen, serían leídos como auténticas burradas, sobre todo los pasajes relativos a prostitución, lesbianismo y algunas alusiones al Movimiento Nacional: cebos encaminados a que los censores se parasen y se cebasen con ellos dejando así pasar otras cosas más sutiles y quizá más dañinas. “Pero esto es una mera especulación”, ha asegurado Camilo José Cela Conde durante la presentación de la Edición Conmemorativa en la Real Academia Española.

No hay comentarios:

Publicar un comentario